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Clave de sol

Una provisional meditación sobre la tentación totalitaria

Y el revelador paso de controlar la Fiscalía

No trata el comentarista con estas líneas urgentes de juzgar el momento político español a la luz de criterios académicos sobre la conflictividad ambiente, sino de hacer unas simples consideraciones a bote pronto en relación con el tono acre del cotarro público en la España de hoy y lo que cabe temer por los últimos acontecimientos.

Quienes, por razón de nuestro ya largo hospedaje en este mundo, conocimos otras épocas más precarias tenemos el privilegio, si así se puede hablar, de establecer diferencias entre lo que va de ayer a hoy. No se trata de valorar situaciones que no son homogéneas, pero sí de considerar, por ejemplo, que en nuestro tiempo se vive mejor y se dura más. Pero acaso están en peligro algunas libertades.

Los niños de la guerra y la posguerra lo fuimos -niños, quiero decir- durante más tiempo y además en años de precariedad, incluso de tribulación. Pero también a nuestro modo fuimos felices, juguetones y callejeros. No conocíamos otra cosa y el tiempo parecía que duraba más. No juzguemos, pues, con sectarismo aquella situación social propia del tiempo, tan lejana, tan complicada y difícil de entender, fruto de errores políticos a derecha e izquierda y de injusticias sociales.

A lo que desea llegar el comentarista es a la eventual conclusión de que la situación social y política a día de hoy es por demás conflictiva, anómala y no se corresponde con la realidad. Pero sobre todo que está envenenada por varios factores autodestructivos fruto de muchos años de tolerancia gubernamental cuyo germen, con todos mis respetos, estuvo en el primer instante de su ser natural. Que algunos -déjenme decirlo- pusimos humildemente de relieve en los primeros tiempos de lo que, con gracia, llamaba "autonosuyas" Fernando Vizcaíno Casas.

Nuestros "primeros padres" de la transición, tras la muerte de Franco, a quienes debemos sin duda, la concordia del abanico político de la hora, cometieron un solo error, que lo fue de ingenuidad, al pretender que se iban a contentar quienes no se iban a contentar por su propia naturaleza insaciable: los nacionalismos vasco y catalán. Y con ellos, las resistencias a la unidad política y secular de España, hoy en entredicho con situaciones intolerables, pero toleradas, y de abierta rebeldía.

Fruto de la dejadez en los sucesivos gobiernos y de los partidos hegemónicos, han rebrotado con fuerza los separatismos con manifestaciones admitidas de hecho por la izquierda y aún la derecha. Los frutos de la dejadez y de la corrupción no pudieron ser otros que los derivados del peligro cierto de partición de la España cinco veces secular y con una historia común hoy puesta lamentablemente en peligro.

El sesgo que toman los acontecimientos con el nombramiento de Dolores Delgado como fiscal general del Estado, uno de los fichajes fuertes del triunfante presidente, pone de claro manifiesto el determinante propósito de controlar la Fiscalía.

La tentación totalitaria no ha hecho más que empezar. La democracia está en peligro, ¿quién acudirá a salvarla?

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