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Nabofoz

Jugando a Cabrera Infante con lo de más arriba y aun en vías de retiro espiritual de la cosa, el pasado 11 me hicieron miembro honorífico de la Cofradía de Amigos de los Nabos, en La Foz de Morcín, lo que tiene escaso o nulo interés para el lector, como debe ser. Aprovecho sin embargo que el Riosa pasa por allí para dedicar cuatro líneas a un género como el nabo, hortaliza de invierno acaso por pudor muy poco presente en nuestra cocina, pese al evidente juego que procura y a que Asturias es de las raras comunidades españolas donde tiene su espacio gastronómico, aun tan ceñido. La Foz, Sotrondio y Proaza son los lugares en los que puntualmente recibe homenaje anual, fuera del cual apenas vuelve a dejarse ver y por ello comer. Una pena, porque el nabo vale lo que pesa y la mejor prueba es cómo a medida que pasan los años los potes que se preparan para la ocasión en esos pueblos van ganando enteros con la mesura. Y no sólo da bien en el pote: es una guarnición delicada que en su día el Piemonte de Salinas empleaba con fortuna para acompañar al pato, en un plato que ya recoge Pérez de Ayala en "La pata de la raposa". Y el difunto Gracia Noriega de puro vivo escribió su loa tras degustarlo mucho a los pies de ese Monsacro o Madalena que no llora que se sepa sino que ríe satisfecha.

Que da bien en el pote dije, pero también en el bote, porque esos Amigos han logrado que el conservero Octavio Villa lo envase como tal para llegar al hogar, aunque llegue poco, porque apenas se encuentra en tiendas contadas. Pero todo se andará y ya se contará, pues joven es y tiene mucha vida por delante, aunque también la tenga por detrás, dado que con toda probabilidad se integraba en el pote de antaño, cuando al caldero se echaba sin remilgos lo que había en el huerto y el nabo era frecuente: aún no sabemos pese a todo por qué nos dejó como nos dejó hasta su reciente rescate.

De entrada no soy yo de cofradías por lo que lucen de folclóricas, pero hay días que las entiendo muy bien por lo que sirven a sus lugares y a la fraternidad también entre los socios propios y entre los de las ajenas, como sirven a la promoción de los géneros que tengan por bandera (¿ o mejor bandeja?). No conozco otra tan activa como ésta de los nabos de La Foz -que he llamado Nabofoz por abreviar- y todo el concejo de Morcín ha de agradecérselo, con ese ya veterano Pepín Sariego que no parece descansar a la cabeza, porque con su voz la susodicha llama igualmente para descubrir unas de las foces más impresionantes de nuestra geografía, allí al pie mismo de los riscos, a tiro de piedra, como quien dice, de la capital del Principado, y no en vano o graciosamente Pueblo Ejemplar de Asturias desde 2002. Larga vida a Nabofoz.

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