La Nueva España

La Nueva España

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Xuan Xosé Sánchez Vicente

Desafección y masas neutras

La tendencia a culpar a la Guerra Civil y al franquismo de todos los males de la sociedad actual

Mi amigo, el economista y colaborador de LA NUEVA ESPAÑA José Manuel Feito, publica en Facebook una reflexión en que, bajo el título de "Teoría del peso social muerto en la sociedad española", señala que Guerra Civil y franquismo provocaron en la sociedad española una permanente actitud de pasividad civil, atonía e indiferencia vigente hoy; la cual espera que, paradójicamente, pueda servir positivamente en el presente para actuar como lastre amortiguador en la singladura del Gobierno bajo la advocación de los hombres del nombre de los dos apóstoles, P. y P. Naturalmente, la tesis recibió unánimes aplausos en cuanto a señalar al franquismo como el origen de ese y otros males.

No es lugar aquí para discutir esa idea, ni sería cortés el hacerlo, pero sí puede servirnos de base para realizar alguna meditación sobre la indiferencia o pasividad de nuestra sociedad y, acaso, sobre si es una particularidad española o no.

Permítanme, en primer lugar, señalar que, aunque no es lo que hace exactamente el autor, cuya postura es más matizada, constituye un cómodo lugar común el apuntar al franquismo la culpa de todos los males, "de los que son en cuanto que son, y de los que no son en cuanto que no son", diríamos remedando a Protágoras.

La actitud de pasividad o indiferencia hacia la política en el grueso de la población es, más bien, la general, no solo en España, sino en prácticamente todas las sociedades, tanto en aquellos que son democracias como en las que han devenido en dictaduras estables.

Un ejemplo: la Ley electoral de 1907, que declaraba obligatorio el sufragio, tenía como intención movilizar a las "masas neutras", que nunca participaban en la vida política o, como manifestó uno de sus defensores, "el abstencionismo casi absoluto de nuestro cuerpo electoral".

Si, por lo común, la indiferencia hacia lo político es la tónica social general, esa tendencia suele ir acompañada por la hostilidad hacia la política y los políticos: raro será el período en que esta y estos gocen de la estima social (lo que, no hace falta decirlo, justifica al individuo en su pasividad civil). No hace falta ir muy lejos, nada más que a los primeros años de nuestra democracia, para constatar que a un brevísimo período de entusiasmo por la política y de participación le siguió aquello que vino a llamarse "desencanto", como algunos recordarán. De modo semejante, a los pocos meses de sobrevenida la República, las mujeres que hacían cola en las tiendas para apuntar los comestibles en las cartillas -sus maridos en el paro- manifestaban desilusionadas: "Si supiésemos que yera pa esto? ¿Nun decíen que colo que robaba'l rey díbamos comer toos?".

Entre la muchedumbre que vitoreaba a Alfonso XII en su entrada en Madrid en 1875, corría un pilluelo que destacaba especialmente en su fervor. Haciéndole notar el nuevo monarca ambos, entusiasmo y muchedumbre, le respondió el muchacho que aquello no era nada, que había sido mucho más la que habían montado cuando echaron a "la puta de la Reina". Y entre Isabel y Alfonso, la República, y aquel su primer presidente, Estanislao Figueras, que abandona España de la noche a la mañana con su "Estoy hasta los cojones de todos nosotros".

Más cerca pero no en el tiempo, he aquí a nuestro Xovellanos. Padre de la patria aclamado por las multitudes hace poco, se ve obligado a alejarse de Cádiz, como muchos de los miembros de la Junta Central, perseguidos, humillados y difamados por un pueblo que, persuadido por los llevantos o fake knews de quienes quieren hacerse con el poder, los hostiga ahora. Medita sobre la conducta del pueblo y, para acreditar sus palabras cita las de Franceso Guiciardini (1483-1540): "Tal es la naturaleza de los pueblos, inclinada a esperar más de lo que se debe, a tolerar ni siquiera lo que es necesario y a estar siempre enojado con las cosas del presente".

Y tras los momentos de excitación, cuando luego estos pasan, y sea cual sea el régimen vigente, la ocupación general no es otra que aquella que Garcilaso señalaba para los seres que no estaban sometidos a su congoja de amor: ir "de nuevo al oficio, y al usado ejercicio do su natura o menester lo inclina".

O, en otras palabras, ¿por qué venir tan cerca, a Franco, cuando podemos irnos tan lejos?

Compartir el artículo

stats