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Sol y sombra

Ábalos es un caso

Ante las peticiones de dimisión, Ábalos ha dicho que a él no le echa nadie. El ministro de Transportes, protagonista del penúltimo episodio del culebrón venezolano, se está enredando él mismo con versiones en busca del original. Dicen -nada es como aparenta- que estaba en el Aeropuerto de Barajas, en la madrugada del lunes, para recibir a título privado a su homólogo de Venezuela, Félix Plasencia, a la sazón amigo personal, que venía a Fitur, cuando recibió el encargo de Marlaska de disuadir a la vicepresidenta de ese país de que pisase suelo español, ya que tiene prohibido el ingreso en la UE por pertenecer a un gobierno que reprime a su pueblo. Delcy Rodríguez, así se llama la número dos de Maduro, es autora de la frase referida a su país "aquí que no hay crisis, hay amor", que desprende bondad pero a la vez un cinismo brutal y contrasta con la deteriorada realidad que padecen sus infortunados compatriotas. Su hermano, Jorge Rodríguez, es también vicepresidente del mismo gobierno chavista. Si nos fijamos en Pablo Iglesias e Irene Montero, se aprecia enseguida cómo el chavismo y el podemismo defienden una misma idea de trabajo y conciliación familiar.

Marlaska, parece ser, estaba muy preocupado por si acaso Delcy decidía, tras sobrevolar el espacio Schengen, poner los pies en la tierra y le encargó a Ábalos que la convenciese de lo contrario. Así lo hizo en persona el propio ministro de Transportes, aunque acto seguido se olvidó de ello y declaró que el encuentro se había producido de manera fortuita. Ya es casualidad que un ministro para cumplir la misión encomendada de reunirse con la vicepresidenta de un gobierno acabe coincidiendo con ella simplemente porque pasaba por allí. Si no hay "caso Ábalos", Ábalos, al menos, sí parece ser un caso.

Ayer, en Madrid, miles de venezolanos se unieron en un clamor de libertad. Ojalá llegue pronto.

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