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Destroza lo de todos, que es divertido

Algo grave sucede cuando, por jactancia o por venganza, se revienta con premeditación un radar

He leído con estupor en LA NUEVA ESPAÑA el incidente del cafre o cafres que destrozaron de madrugada la caja del cinemómetro o detector de velocidad del tramo urbano de la autovía "Y" a su paso por Santullano.

Es cierto que a muchos conductores nos parece excesivamente riguroso el límite de velocidad e incluso si nos multan, sufriremos un natural cabreo, pero no debemos equivocarnos en el destinatario de nuestra ira.

No es culpa de la señal de tráfico, que hemos pagado todos y cuya reposición pagaremos todos. No es el policía y funcionario que tramitarán la multa, y que nos sirven a todos. Tampoco lo son los políticos, pues las señales de tráfico son inmunes a las ideologías ya que todos queremos seguridad vial.

Ante el destrozo del detector de velocidad se abrirá una investigación policial y con mucha suerte, será identificado el culpable, quizá por la anónima denuncia de alguien que le haya escuchado ufanarse de su hazaña en público. En tal caso sufrirá un procedimiento judicial por posible delito de daños, y en el menor de los casos, un expediente sancionador por destrozar bienes públicos, todo acompañado de la obligación de pagar los daños.

En ese campo judicial, el acusado negará el hecho y se atrincherará en la presunción de inocencia, contando con su abogado y un juez que le escuchará con atención; será entonces cuando el gallito no cantará y cuando intentará hacer uso de las garantías que un Estado de Derecho brinda a todos, al buen ciudadano y al canalla. Incluso puede, porque la defensa lo soporta todo, aducir que los detectores de radar son machistas por no distinguir por razón del sexo del conductor, o que los destrozó porque estaban hechos en China sin cumplir las leyes laborales, o que era una emergencia sanitaria, o que todo era un juego y además estaba bajo la influencia del alcohol o drogas. Algo grave sucede cuando por jactancia o venganza se destroza la propiedad de todos, y con premeditación. Espero que nadie jalee ni ría su gracia a estos canallas pues? ¿cómo se comportará este mastuerzo con su comunidad de vecinos? ¿Será de fiar en un juego o deporte competitivo, o si pierde, rajará el balón o por las noches destrozará las taquillas? ¿Golpeará al médico si le diagnostica su enfermedad? ¿Será capaz de hacer autocrítica y empatizar cuando discuta con su pareja o hijos, u optará por el grito, el bofetón o la cruel venganza? A lo mejor me meto donde no me llaman, pero creo que un tipo que destroza esos aparatos debería hacérselo mirar y quizá mejor que le quiten el permiso de conducir, pues es un peligro al volante.

No creo que la solución con estos salvajes sea la de la película "La naranja mecánica" (1971), inspirada en el libro homónimo de Anthony Burgess, que se basa en aplicar la técnica ficticia Ludovico para acabar con los malvados, consistente en saturar la mente del delincuente de visiones horribles, agresiones y violencia para que acabe experimentando una aversión psicológica y vomitiva a hacer maldades. No se trata de que la sociedad se comporte salvajemente con los salvajes.

Creo que la sociedad no debe bajar la guardia ante la falta de civismo y eso se consigue con formación sana y sin tregua para que podamos ver mas allá del propio egoísmo, con el ejemplo en la familia y en la sociedad, y quizá ayudaría no frivolizar tanto con la violencia como juego (videojuegos, películas, cómics, etcétera). La madurez no es cosa de edad, ni de tener estudios, sino de llegar a percatarse que el planeta, el país, la ciudad, el barrio o el hogar, es un regalo que debemos conservar y no destrozar. Pensar que lo que somos y tenemos lo debemos a todos y a unos padres que consideraron que éramos dignos de venir al mundo para ser agradecidos y vivir en sociedad.

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