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Diario Pop

Fortuna Balnearia

El intento de subasta de una pieza emblemática para Gijón

Berta Piñán, la poeta y consejera de la cosa cultural, ha paralizado la subasta del ara romana Fortuna Balnearia que su propietario, Manuel del Castillo, ha entregado a una casa de Madrid para sacarse 90.000 euracos. Gestos como el de Piñán nos honran, más aún si tenemos en cuenta que el ara certifica la romanidad de Gijón, como tantas otras reliquias, algo que algunos ignorantes todavía discuten desde su asturianismo desenfocado. Manuel del Castillo siempre tuvo hechuras de buen hombre, ya saben, honesto y leal para con todos los españoles y los gijoneses en particular. A Manuel del Castillo, cuando la delegación consular de Chile en la farmacia, le encontraba yo, y así lo conté en alguna crónica de este periódico, el brillo de la ambición diplomática en los ojos, como salido de una embajada para pedir a Dios por una democracia de verdad y una España mejor. También hemos conocido a Manuel del Castillo por su supuesto secuestro y haber aparecido colgado por los pies de un árbol, allá por el año 79, según crónica de "El País", y sobre todo por su labor como concejal en la oposición con sus reiteradas meadas fuera de tiesto. Gijón puede perder a un "servicial" concejal de derechas, pero lo que no se puede permitir es perder el ara de Fortuna Balnearia. En cualquier caso, Manuel del Castillo regresa a los papeles como una anécdota simplista y recurrente para devolvernos la controversia eterna: la legítima propiedad individual frente al derecho comunal a poseer un trozo de historia. Vuelve la guerra de nuestros antepasados, querido y desocupado lector, el liberalismo y el socialismo quintaesenciados en una piedra de veinte siglos firmada por un tal T Pompeio Peregriniano que si supiera en qué manos a terminado, seguramente se estaría revolviendo en la tumba. Tiene uno la sensación de que la derecha en nuestra ciudad nunca podrá ser una derecha moderna, culta, liberal, civilizada. Muy al contrario, tengo la impresión de que sería capaz de vendernos por cuatro chelines a la primera de cambio, como un rancio cacique venido a menos desesperado en todo lo que hace. Esta derecha que especula con el patrimonio, incapaz de sustraerse del zoco y el regateo. Con Fortuna Balnearia vuelven los fantasmas del pasado, petrificados y embalados, esperando en un

almacén a que el mejor postor pague una miseria en la subasta. Ay.

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