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And the winner is... Donald Trump

Los réditos que rinde el fiasco al magnate, la víspera de ser absuelto en el Senado

El pistoletazo de salida de las primarias demócratas de EE UU tiene un claro ganador: Donald Trump. Se apunte quien se apunte el mayor bocado de los magros 41 delegados en disputa en Iowa, solo se llevará migajas de migaja en comparación con la frase que los burros azules le han regalado al magnate: "No funciona nada, como cuando gobiernan el país".

Trump, que arrolló en Iowa (98%) a dos de esos candidatos menores que aprovechan estas citas para ganar alguna notoriedad con vistas al futuro, sumará así en apenas 48 horas dos buenos tantos: el fiasco demócrata y su absolución en el Senado en su juicio político de destitución, prevista para hoy, miércoles.

Todas las versiones oficiales insisten en que la causa del catastrófico escrutinio fue el colapso de la app habilitada para que cada asamblea vecinal comunicase on line sus resultados al cuartel general demócrata. Es preferible pensarlo así. Aunque los expertos llevaban semanas advirtiendo que la app no estaba bien protegida contra ataques informáticos. Un fenómeno que, como los drones sobre los aeropuertos, está llamado a cobrar una intensidad que no permitirá seguir minimizándolo mucho tiempo.

En cualquier caso, y sin que sea obligado desconfiar de las explicaciones oficiales, el apagón demócrata de la madrugada de ayer suscita dos cuestiones de carácter muy diferente. La primera es la fiabilidad del papel como registro básico imprescindible en cualquier elección. La segunda es la paradójica incapacidad de EE UU para acertar cuando aplica avances tecnológicos a la cosa pública.

Las máquinas perforadoras de papeletas de voto generaron en 2000 el caos de Florida que acabó llevando a Bush hijo a la presidencia por sentencia judicial. Y en otro ámbito muy diferente, y aún más repugnante, las innovaciones en los modos de ejecución de la pena capital han degenerado en individuos fritos entre convulsiones, en espantosos remedos de las cámaras de gas hitlerianas o en largas agonías de reos sometidos a la inyección letal. A veces es mejor mirar al pasado que imaginar el futuro: para ejecutar, con el respeto debido a un rey, a Carlos I de Inglaterra se recurrió a un hacha bien afilada en manos de un verdugo corpulento. Siglo y medio después, Luis XVI y Maria Antonieta fueron decapitados en una guillotina aún más afilada por un verdugo llamado Sansón.

Como quiera, los demócratas estaban ya haciendo campaña ayer en Nuevo Hampshire, donde su carrusel tenía actos inaplazables para las primarias del próximo martes. Una cita con escaso botín a la que tampoco acudirá el magnate Michael Bloomberg, que no saltará a la pista hasta el Supermartes del 3 de marzo. Él es, junto a Trump, el otro gran beneficiario de Iowa. Lo prueba su reacción al desbarajuste demócrata. Bloomberg, que ya ha gastado en anuncios la mitad de lo que invirtió Obama en toda la campaña de 2012, ha decidido doblar de inmediato tanto sus efectivos de campaña como su partida publicitaria para las próximas semanas. Su olfato de negociante le aúlla la rentabilidad de su impoluta ausencia.

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