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Tormenta de ideas

Carlos López Otín

Un nuevo éxito científico sobre el cáncer frente al hedor de la envidia que corroe y se propaga

Lo tenemos aquí. Quizás por eso no lo valoramos como deberíamos. El guerrero que lucha contra aquello que está matando a tanta gente a nuestro alrededor, algo que él trata de paliar, de evitar, investigando hasta la saciedad para llegar a conseguir que el cáncer sea una enfermedad crónica, como gracias a Dios, lo es ahora en una gran mayoría de casos. Él, Carlos López Otín (y su equipo), ha conseguido situar a Asturias en el mapa científico internacional. Orgullo total, porque ha conseguido con su trabajo Pan-Cancer un verdadero mapa genético para poder luchar contra esta enfermedad y poder aplicar terapias más individualizadas, dándoles armas a los oncólogos para que puedan ayudar a sus pacientes. No me extraña este nuevo éxito del científico, que trabaja en nuestra universidad, aunque no es de sus logros científicos de lo que quiero hablar.

Quiero demostrarle humildemente mi absoluta admiración porque es un superviviente, porque ha sabido superar algo quizás tan complicado como la enfermedad que él estudia. Ha estado a punto de tirar la toalla. Le han impregnado con el hedor de la envidia, esa que corroe, esa que sí que es un verdadero tumor que empieza en el alma y se distribuye y se propaga y se transforma en ríos de tinta que tratan de desprestigiarle y que consiguen que se bloquee, que ya no pueda más.

Hace dos años y medio le retiraron artículos de una importante revista en la que se habían publicado por supuestas irregularidades, que no afectaban en absoluto al resultado final, que eran errores de forma quizás, pero cuyas conclusiones eran válidas, como intentaron afirmar y defender varios científicos españoles. Pero daba igual. Ya estaba juzgado y condenado, aunque centenares de científicos se pusieran de su lado. Y se rompió. Se aisló y llegó a pensar en quitarse la vida. Y es por eso que le admiro, porque como él dice, es difícil partir de cero como él lo ha hecho ahora y volver a empezar con 60 años, crear un nuevo laboratorio. Muy duro, pero eres valiente, Carlos, un luchador y, ¿sabes?, comprendo tan bien tus palabras, te entiendo tan tan bien, cuando dices: "pero si toda mi vida ha sido lineal y con un propósito social. Y todo tiene una explicación banal: mínimas envidias universitarias. Esto pone en marcha una maquinaria y te das cuenta de que hoy, en el mundo actual, si alguien quiere hacer daño y se lo trabaja puede destruir la vida de cualquiera".

Pueden hacerlo, lo sé, pero no han podido contigo. Hemos vivido tu ausencia desde lejos, muy muy lejos, te hemos echado de menos, por eso hoy me alegro tanto de verte en la prensa? Y hago mía una maravillosa frase que resume también, ya ves, mi vida. Citas a Chesterton en la entrevista en la que te desnudabas hace menos de un año: "envejeceré para todo, menos para el asombro". Esa es la clave. Bienvenido.

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