El miedo es mucho más contagioso que el coronavirus de Wuhan. El causante de la neumonía llega por vía respiratoria cuando inspiramos gotitas que salen de la tos, del estornudo o del habla de una persona próxima. El miedo se contagia por vía lectora, auditiva, audiovisual, y no tiene distancia de seguridad. Muchas veces, cuanto más lejos está el peligro más miedo da.
Cuando el ambiente se ha contagiado de miedo es muy difícil distinguir la prudencia de la cobardía. Sabremos con certeza quién fue el sensato, quién el osado, quién el prudente y quién el cobarde al final, cuando ya no haga falta. Por eso ahora cuesta objetar que un virus que ha causado mil muertos en China impida un congreso en Barcelona.
Cuando vivíamos en un mundo menos comunicado -y menos miedoso- mil muertos era lo que necesitaba China para ser noticia. Se nos decía a los periodistas que un muerto en tu ciudad era noticia; dos en la región vecina, diez en tu país... Así hasta llegar a China... y eso que había 400 millones menos de chinos. También entraban menos muertos en los informativos.
La suspensión del Mobile World Congress, que aterra al turismo de congresos de Barcelona, puede responder a intereses económicos que usen el miedo como arma de disuasión masiva. China, primera potencia mundial en coronavirus, disputa el liderazgo de la telefonía de la siguiente generación. Al tiempo, este sector tiene que ser, por naturaleza, sensible al miedo al contagio porque trabaja en las relaciones que eliminan la distancia en la comunicación manteniendo la distancia personal, esa en que se producen los contagios víricos. El Mobile, feria de novedades, es su gran acto presencial y la gran ceremonia de su contradicción, que evidencia sus límites.
