A la vista de que no iban a quedar peanas libres en el panteón de los ilustres gijoneses reconocidos cada año en San Pedro por el Ayuntamiento, la Corporación acaba de tomar una medida razonable: limitar las anuales distinciones a una medalla de oro y tres de plata. Y designar a los candidatos por consenso, con el apoyo mínimo de dos tercios de los asientos del plenario. O sea, que para colgarse al cuello la medalla habrá que sumar 18 votos. Lo cual obliga a poner de acuerdo a al menos cuatro grupos políticos de los siete con asiento. La aritmética municipal no le da ni a la izquierda ni a la derecha para tal suma, de manera que se acabaron las designaciones partidistas y arbitrarias que habían convertido el Pleno de Honores y Distinciones en la tómbola de Cachichi.
Recuérdese que en Gijón cada grupo político proponía a su afín y todos tragaban para colocar al suyo, por mucho que el elegido por los de enfrente les pareciera a los otros un chiquilicuatre o un chisgarabís. Así, salvo muy honrosas excepciones, se asomaron al estrado de los eximios buenas gentes seguramente adorables, aunque escasas de talla social y merecimiento.
A partir de ahora hará falta sentarse a hablar y ponerse de acuerdo. La izquierda, que suma 15 concejales, tendrá que pactar candidato con Ciudadanos o con uno de los grupos que cuentan con tres ediles (PP y Foro). Más complicado lo tiene la derecha descentrada y concéntrica, cuyos 12 escaños obligan a negociar con el PSOE, que en uno y otro escenario tendrá la sartén por el mango. Es lo que tienen las mayorías, amiguín.