La Nueva España

La Nueva España

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Mezclilla

Carmen Gómez Ojea

Poema

No se sentía Isaac ni Ifigenia, sino carnera para el holocausto, cada mañana al revestirse de azul marino, viendo la luna de noviembre o las luces de mayo, en dirección del colegio de vestales donde a las vírgenes nos sometían a una cotidiana gimnasia para ser dóciles y elásticas, sumisas a los dictámenes del esposo, sustituto del padre, amo y patriarca.

Sus cuernos se enredaban en los zarzales quemantes de los malos pensamientos y hacía con pasión proyectos, levantaba trincheras para protegerse de penas y penes y de agresiones y agravios, jurándose que en ningún mediodía ni día entero diría las Palabras de la esclava Miriam al arcángel. Miriam se llamaba la madre de Jesús, un nombre femenino que significa dama, mar y amargura.

Y era entonces una tarde azul grisácea, como si acabara de salir de una enfermedad que la dejara tristona sin remedio, pues su aspecto no resultaba prometedor en lo tocante a volver a ser azul y brillante. Entonces sonó el teléfono. Y después de muy poco tiempo, se volvió más triste y gris que una flor muerta en un florero.

A continuación, se dijo entre dientes que ojalá no viviera mañana para no sufrir aquella cruel vida, más triste y gris que una flor muerta no en un florero, sino en un orinal lleno de heces y de orina. Y a continuación se puso a escribir de rodillas en el suelo esto:

En los versos de todos los poetas han crecido las flores.

Mis poemas son tierra negra pisoteada por caballos dueños de salvajes hunos.

Criaturas malsanas viven bajo ella, despedazándose

feroces y ciegas. Y criptógamas e insectos se

matan guerreando en mis palabras que odian la dulzura,

porque después de los campos de exterminio,

del regreso de los mortíferos nazis, acéfalos de cráneos pelados, asesinos de pobres,

y de las bosnias violadas, y de las niñas y niños que revientan de hambre y sed en Somalia, de los opulentos que fallecen de sobredosis de colesterol

y de la Hierba de Nicot.

Tras tanto horror y tanta pena solo me queda maldecir

a la bestia capitalista y escribir un poema mojado no, sino chorreante por mis lágrimas.

Compartir el artículo

stats