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La Espuma De Las Horas

Golpes certeros de los chicos de Choque

Podría decirse que los "Clash" lo tenían todo y por eso duraron lo justo para ser uno de los grupos influyentes del rock

No hay boxeadores sonados en el ring. Nadie golpea a las sombras en la autobiografía de los Clash, extraída cronológicamente de sus conversaciones entre 1976 y 1983. Todos o casi todos son puñetazos certeros. Joe Strummer, Mick Jones, Paul Simonon y Topper Headon, de cuya cumbre discográfica, London Calling, se cumplieron 40 años en diciembre, no tienen pelos en la lengua para admitir sus tonterías ni dudan en hablar de los malos momentos junto con los buenos. The Clash Autobiografia Grupal, que acaba de ver la luz gracias a Libros del Kultrum, utiliza lanzamientos de álbumes y giras como marco del intercambio de golpes que los protagonistas asestan a sus vidas. Empieza cada uno por su lado ofreciendo detalles de sus años anteriores al comienzo del Choque. Choque es lo que significa clash en inglés, un nombre reflejo instintivo de una época de confrontación social. Para los hijos de una Inglaterra empobrecida y racialmente desgarrada, el punk era entonces una forma de crear una nueva identidad y contrarrestar la creciente sensación de impotencia.

Si eres demasiado joven o no sabías que los chicos de Clash eran diferentes de otros músicos, leer lo que escriben sobre ellos mismos te dará una pista. No hay nada sentimental o macabro, tampoco se percibe impostura en sus palabras, ni demagogia oportunista. Empezando porque no cuentan trolas ni lloran por las pequeñas tragedias personales para justificar el agit rock que los caracterizó antes de que todo se fuera a freír churros. De hecho, Strummer y Headon fueron adolescentes de clase media. El primero de ellos pasó la mayor parte de su infancia en internados con su padre, funcionario del Foreing Office, mientras que los padres de Topper eran maestros de escuela. Jones y Simonon, a su vez, crecieron en Brixton, uno de los barrios marginales de la clase trabajadora de Londres, y recuerdan una infancia jugando en refugios de bombas abandonados. Ambos procedían de hogares rotos: Mick fue criado por su abuela, y Paul dividió su tiempo entre la madre, el padrastro y su padre, pero ninguno de los dos da mucha importancia a este tipo de contrariedades. Son dueños de su miserable circunstancia pero ninguno busca excusas en ello. "Una cosa es decir quema los coches, quema el gueto, y otra bien distinta prenderle fuego a un autómovil", como dijo Strummer.

Podría decirse que los Clash lo tenían todo y por eso precisamente no duraron muchos años. Los justos para alcanzar el lugar que les corresponde, en la breve aunque superficialmente dilatada historia del rock, como uno de los grupos más influyentes de todos los tiempos. El desaparecido Strummer fue un líder carismático y salvaje que escribió en buenos renglones políticamente incorrectos. Mick Jones era un guitarrista engañosamente fino; Paul Simonon, epítome de la genialidad, no solo aprendió a tocar, sino que se convirtió en un hábil bajista, igual que Headon en un poderoso baterista.

El camino de los Clash fue más interesante que el de sus pioneros contemporáneos punk: absorbieron la savia como esponjas y se permitieron evolucionar, llevándonos de la furia de White Riot, a través del reggae al funk y a mucho más allá.

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