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Laboral, la historia necesaria

Un repaso a la resignificación del edificio

Nada enriquece más que el debate y el desacuerdo para llegar al encuentro de los aparentemente contrarios. La política democrática es, en esencia, eso, diálogo entre puntos de vista diversos con el objetivo común de mejorar las cosas. Y al vuelo de las noticias sobre las maneras de afrontar con garantías el futuro, internacional o no, de la Universidad Laboral, o como ahora se denomina, Laboral Ciudad de la Cultura, quisiera, en mi condición de modesto participante en un momento de su historia reciente, compartir algunos hechos y sugerir algunos posibles pasos siguientes en esta conversación.

La historia del edificio y su construcción son bastante conocidas como para repetirlas. La mente del arquitecto Moya y de su equipo convirtió desde el inicio un encargo en otra cosa muy distinta. Edificaron, no se si con la complicidad o con el desconocimiento de quienes hicieron el encargo, una ciudad ideal, en la que la mezcla de arquitecturas produce, en palabras de Rafael Moneo "un difuso sentimiento en el que se entrecruzan simpatía y respeto". Pero ese edificio, comenzado en 1948 y paralizado en 1955 y nunca terminado tras la salida de Girón de Velasco y demás falangistas y la llegada de los tecnócratas al frente del gobierno franquista, ha tenido desde entonces una larga vida dedicada a dar educación y cobijo a muchos miles de estudiantes de Asturias y de media España que desde 1957 ocuparon sus aulas. Adquiría así la Laboral un nuevo sentido de utilidad compartida y se asociaba a la vida y al bienestar de mucha gente.

Cuando en 2008 Avelino Sala, uno de nuestros artistas más internacionales plantaba, sobre la imponente mole del águila que corona el frente del teatro de la antigua Universidad Laboral de Gijón el neón con la frase "el enemigo está dentro, disparan contra nosotros", culminaba una fase más de un largo proceso de resignificación de un edificio que siempre, desde que tengo memoria, ha sido a la vez controvertido por su origen y compartido por su significado en la historia de Gijón. Avelino, con su mirada sagaz, ponía de manifiesto cómo, a la manera de otros conocidos caso de edificios de origen totalitario, un proyecto artístico creaba una nueva capa de sentido crítico, cuestionando así la esencia misma del mensaje de la piedra, añadiendo la visión creadora que devolvía a la cima del centro emblemático del edificio lo que Walter Benjamin llamaba "la historia de los vencidos". En ese momento simbólico se desnudaba al tiempo la escenografía obscena del poder, repetida en la figura del águila desde tiempos de la Roma imperial y la vana intención original de convertir el complejo de edificios en una representación autocrática. Pero esa labor de dar nuevo sentido al conjunto de la Laboral venía de lejos.

La vida de una construcción inacabada que, tras la salida de los jesuitas hace más de cuarenta años, ha estado regida por los diferentes ministerios de gobiernos democráticos, ha llenado la piedra monumental de historias individuales y colectivas, de memoria personal, profesional y emocional que se activa ante cualquier sensación de peligro que afecte al edificio; una historia que nos acompañó cuando en el año 2000, tras la transferencia de las competencias educativas al Gobierno del Principado de Asturias, su presidente, Vicente Álvarez Areces, convencido de que esa Ciudad podía dotarse de un sentido en el presente con mirada al futuro, decidió primero encargar al equipo formado por Xerardo Estévez y Alberto García un Plan Estratégico de Recuperación para abordar la tarea de terminar el edificio y completarlo posteriormente con un Plan de Usos, elaborado por su propio equipo, para dar nueva vida al conjunto, concentrando en él una serie de equipamientos que aunaran educación, cultura y comunicación, tres ejes centrales de la articulación de cualquier transformación económica y social de una comunidad como la nuestra.

Resignificar el edificio era pues una tarea que había que acelerar. Y que era a la vez necesario completar el sentido funcional del complejo y afrontar una gran inversión para su salvación y mejor uso, visto el deterioro que en el conjunto construido causaban los más de 40.000 metros cuadrados pendientes de terminar desde mediados de los 50. Gracias a la negociación con el Ministerio de Hacienda se consiguieron los 34 millones iniciales, a los que posteriormente se fueron añadiendo recursos propios hasta alcanzar un total cercano a los 85 millones de euros, con los que se abordaron todas las tareas visibles y menos visibles de reacondicionamiento y reconstrucción de instalaciones generales para una gestión futura sostenible.

Se procedió entre 2003 y 2010 a la dignificación de lo existente (Instituto de Secundaria y Centro de Formación Profesional, recuperación de los jardines y los espacios exteriores así como ampliación del Teatro y conexión del mismo con la nueva Escuela Superior de Arte Dramático) y acondicionamiento de muchos otros de los espacios sin uso para albergar la Radiotelevisión del Principado, el Conservatorio de Música, la por ahora última extensión de escuelas y facultades del campus de Gijón incluyendo la terminación de la biblioteca proyectada por Moya, el conjunto de más de 80 alojamientos par distintos usos, diversas oficinas del Principado, la sede del Centro de Investigación de Thyssen-Krupp, el Centro de Arte y Creación Industrial, los equipamientos para residencias de artistas y para reuniones y congresos y otros diversos servicios comunes del edificio. Todo está ahora en uso, aunque algunos espacios rehabilitados y otros no atendidos entonces por su buen estado, como la cúpula de la iglesia, reclamen ya, tras una década larga de las obras, atención más o menos urgente, que seguro el Gobierno del Principado, responsable del mismo, tiene en mente abordar. Pero la nueva Laboral se ha impuesto poco a poco gracias al uso y al cariño de quienes la utilizan constantemente. Por allí pasan a diario varios miles de personas, de Gijón y de fuera, que participan de la vida activa y cambiante del complejo.

Sobre aquella idea de lo justo de Tini Areces, compartida, de que la historia de los vencidos debía estar siempre presente junto a la de quienes vencieron injustamente aquella guerra, se trabajó cada pieza del conjunto. Y la pieza de Avelino Sala fue una muestra más de esa voluntad de relectura, para incorporar una de tantas cosas invisibilizadas por los discursos dominantes. Como lo fue la presencia de otra exiliada extraordinaria, Marina Abramovic, que reinterpretó magníficamente las cocinas en una performance que hoy viaja en fotografías por los museos de medio mundo. Y otro asturiano añorado, Nel Amaro, con sus acciones sobre la exclusión y la violencia de la educación franquista. Y tantas otras creaciones artísticas que han ido estando presentes en los programas culturales del complejo.

Así que ahora toca continuar. Recuperar sin falta esa capa de la historia, tantas veces ausente, e incorporarla al relato del presente y futuro de un edificio que seguirá ahí cuando nos hayamos ido. No dudo que nuestra Alcaldesa comparte esa mirada y, más allá del avatar de títulos posibles para la mejora del turismo, quiere como quien más que nada de ese conjunto único se deteriore o pierda para el uso y disfrute de toda la gente.

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