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Fondos mineros e infraestructuras

Si queremos afrontar de verdad el despoblamiento, tenemos que comunicar los pueblos tanto física como digitalmente

El informe del Tribunal de Cuentas en el que se detectan "deficiencias e irregularidades" en la justificación de una parte de las subvenciones de los fondos mineros concedidas entre los años 2006 y 2017 -que totalizan 1.786 millones de euros- y en el que se apunta a un marco normativo "ambiguo y escasamente riguroso" ha reabierto el debate sobre el buen fin al que se dedican estas ayudas. No debe ser otro que la reactivación económica y, por ende, la creación de empleo en las comarcas mineras. Se abre de nuevo el debate y lo hace coincidiendo, además, con nuevos programas de ayudas para estas zonas afectadas también por la transición energética.

Es, por tanto, un momento crucial para que Asturias destine estas subvenciones a proyectos que contribuyan realmente al desarrollo de la región y entre estos, parece obvio que las infraestructuras -en el más amplio sentido de la palabra- son un elemento clave en muchos aspectos: vertebración del territorio, fijación de población en zonas rurales, fomento del turismo, creación de espacios educativos, sanitarios, red de suministro y depuración de aguas, etc.

Desde la Confederación Asturiana de la Construcción, CAC-Asprocon, reclamamos que se respeten los compromisos firmados en el acuerdo marco de la minería y el carbón 2019-2020, que contempla los 54 proyectos comprometidos, además de pedir altura de miras para analizar las necesidades que tiene nuestra región en materia de infraestructuras en lo que se refiere al turismo, a colegios y guarderías o a la red de carreteras y su mantenimiento, entre otras. Basta citar aquí el caso de la autovía minera, que soporta 27.000 vehículos al día, lo que da una idea de su necesidad y su importancia y utilidad para Asturias, más allá de la simple construcción. Esta es una de las muchas vías de Asturias que piden a gritos inversiones en mantenimiento.

Podemos hablar también del saneamiento y depuración de las aguas que son exigidos por la Unión Europea y cuyo déficit podría costar sanciones importantes al Principado. O nos adaptamos a la normativa o lloverán las sanciones.

Otra infraestructura con enormes carencias en la región es la red ferroviaria. Dejando al margen aquí el añorado AVE, es urgente poner soluciones a los problemas de cercanías de Feve. El ferrocarril es un medio de transporte que parece fundamental en la lucha contra el cambio climático; es el que más bajo consumo energético tiene el de más bajas emisiones contaminantes, pero es que, al mismo tiempo, es -o debería ser- una alternativa al vehículo particular en las distancias cortas, es decir, en las cercanías. Las noticias recurrentes sobre los problemas en las líneas de Feve en Asturias deberían ser un acicate para que los responsables políticos tomen cartas en el asunto y diseñen una red de cercanías pensada para el futuro; que atienda a las necesidades reales de los ciudadanos y dé respuesta a los retos de una sociedad integrada y sostenible.

Una buena red de infraestructuras de comunicación no solo vertebra el territorio que recorre, sino que evita la despoblación de los núcleos rurales. Si queremos afrontar de verdad el problema de lo que ha dado en llamarse la "España vaciada" y evitar el éxodo masivo de los pueblos es esencial comunicarlos tanto física como digitalmente. Es evidente que la capacidad inversora de la Administración regional es escasa, como lo es el hecho de que en esta materia hay que establecer prioridades. Buscar soluciones que hagan de nuestros núcleos rurales lugares atractivos para vivir y trabajar debe estar en la agenda política antes de que sea demasiado tarde.

Estoy convencido del carácter social de una buena red de carreteras porque permite la comunicación entre personas y poblaciones, el acceso a los servicios básicos para el ciudadano y el desarrollo empresarial y, por tanto, la generación de empleo. Estas infraestructuras, bien concebidas, bien ejecutadas y con un adecuado mantenimiento no deben verse como un gasto que sólo beneficia al constructor. Son elementos claves para cualquier sociedad moderna.

En el debate sobre las nuevas subvenciones públicas, sean fondos mineros o ayudas vinculadas a la transición energética, debemos aprender de errores pasados y, sin entrar en consideraciones jurídicas sobre posibles irregularidades en su justificación -que para eso están los organismos de supervisión y los tribunales si llegara el caso- reconocer que ha habido proyectos fallidos, mal pensados o ejecutados casi por capricho. Pero esto no debería hacernos pensar que la inversión en infraestructuras se queda solo en la obra.

Si queremos hacer de Asturias un destino turístico de primer nivel y aprovechar el aumento de visitantes que se registra en los últimos años, debemos contar con infraestructuras asociadas a este sector que respondan a las demandas de los turistas que visitan una región como la nuestra. Los fondos mineros pueden ayudarnos a mejorar la experiencia de los esquiadores en Pajares o la de quienes visitan el Parque de Redes.

Los ayuntamientos tienen que disponer de esos fondos para dar servicio a los miles de asturianos que soportan goteras en los colegios y baches en las carreteras. Y usemos esos fondos también para la construcción de guarderías que permitan conciliar mejor.

Otro aspecto a tener en cuenta en lo que se refiere a las ayudas para la transición energética y la descarbonización es el papel que la construcción, y muy especialmente la edificación, deben jugar en el tránsito hacia el nuevo modelo. La eficiencia energética es ya un factor esencial en la construcción de edificios, pero también en otras infraestructuras en las que están incorporándose nuevos materiales más respetuosos con el medio ambiente.

A la hora de hacer balance de los fondos mineros y de cara a la asignación de las nuevas ayudas no debemos confundir lo que se ha hecho bien -aquellos proyectos que han fomentado el tejido empresarial y el empleo o la mejora de núcleos urbanos- con algunos centros de interpretación mal pensados.

Pensemos en grandes obras como el Niemeyer, el Guggenheim, el Bulevar del Vasco o la propia Universidad Laboral. Son proyectos que, salvo excepciones, contribuyen a transformar las ciudades, a su desarrollo económico y a la generación de empleo. La sociedad necesita actuaciones como estas y no un desmedido afán proteccionista en nombre del Patrimonio que, por excesivo, no hace sino impedir el progreso.

Creo que debemos valorar si es mejor subvencionar a empresas que terminan cerrando y abandonando la región a medio plazo -cuando no engordando su cuenta de beneficios- o destinar esas ayudas para crear y mantener infraestructuras que se quedan y que son realmente capitales para el desarrollo de Asturias.

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