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Por libre

Necesito respirar

La alarma generada por el bombardeo de información

Pueden estar ustedes tranquilos. Les aseguro que no leerán ni una sola vez en estas líneas la palabra tabú. Y no es ningún tipo de superstición lo que me ha llevado a tomar esta determinación, sino la firme convicción de que son muchas las personas las que como yo, tras semanas de continuo bombardeo informativo, intensificado aún más si cabe en los últimos días, necesitan como en aquella maravillosa canción de "Medina Azahara", respirar el aire fresco y decir cada mañana que son libres como el viento, sin temor a contraer cualquier tipo de patógeno, consecuencia de nuestra privilegiada condición como seres humanos.

Leía así este mismo lunes el magnífico titular que nos dejaba el catedrático de Psicopatología de la Universidad de Oviedo, en su entrevista concedida a LA NUEVA ESPAÑA: "Llegará antes la vacuna contra el virus que contra la estupidez". ¡Cuánta sabiduría y cuánto de cierto en sus palabras!

La realidad es que aunque pudiera parecer una contradicción, la sobreinformación a la que estamos expuestos, cualquiera que sea el tema del que se trate, en no pocas ocasiones es sinónimo de desinformación, lo que unido a la ignorancia o desconocimiento, resulta un cóctel de lo más peligroso y especialmente contagioso a través de esos canales supuestamente de información, para los que sí debería ser obligatorio el uso de mascarilla.

Con escenas que rayan lo paranoico, como la que sufrió ese pasajero de un tren aquejado de bronquitis, más propias de una de esas series apocalípticas tan en boga en las múltiples plataformas de contenidos audiovisuales a la carta, y donde solo faltó que al pobre hombre protagonista de la historia le dejasen apeado y abandonado en la primera estación de regreso a casa, uno no puede ni imaginarse lo que ocurriría en pleno vuelo si a un pasajero le diese por toser.

Como soy de los que intentan extraer siempre algo positivo de toda situación aparentemente negativa, por más que resulte complicado en ciertas ocasiones, diría que bienvenido sea el que por fin más de uno se haya caído del guindo (o de un pumar, por aquello de fomentar lo nuestro), para descubrir la poderosa vacuna que deriva de los más básicos conceptos de higiene personal, así como de la responsabilidad social a la que todos hemos de responder llegado el momento.

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