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LNE FRANCISO GARCIA

Billete de vuelta

Francisco García

Enhorabuena, señoría

El juez Roda, decano de los togados gijoneses, acaba de ser galardonado con el premio internacional de ensayo "Jovellanos". Enhorabuena, don Luis, viajero impenitente y escritor prolífico que durante años ha llenado de humor, una vez por semana, las páginas de opinión de la edición gijonesa de este diario que el lector tiene ahora mismo entre sus manos, edificio de papel que se sostiene sobre la arcilla de la información con el apoyo robusto de una notable columnata. Una de ellas lleva inevitablemente el nombre de Luis Roda, mierense de cuna, gijonés de adopción y también de retranca.

Del Roda del que se van a ocupar estas líneas no es del que juzga, ni siquiera del ensayista recién premiado ni del que novela retazos y sucedidos del Mieres de su infancia adolescente en "Memorias de la ciudad que nunca existió". Es al articulista de prensa al que refiero, al que pasa revista con sorna a la actualidad local y regional, nacional o planetaria desde los ojos y las vivencias de tebeo u opereta de tres personajes, Belorcio, Silverio y Veneranda, tres puntos divertidos, tres puntos suspensivos del relato semanal del juez que sentencia en el periódico al dictado del buen humor, que para la gravedad y la compostura solemne se basta la sede judicial. Cuando se pone al ordenador y obra la magia del articulismo y la literatura, el juez Roda manda la toga a hacer puñetas, con un corte de mangas.

Siempre me sorprendió el uso y abuso de Roda en sus artículos de los puntos suspensivos. Los pone por decenas, como queriendo dejar en suspenso el discurso de sus tres personajes esenciales, que se entienden en el asturiano que se habla en la calle, no en el académico que solo leen unos pocos. En algún artículo le llegué a contar un centenar de signos ortográficos de este estilo y los di por buenos, que al juez no le gusta que le tosan ni una coma. Hoy, en esta enhorabuena apresurada a su señoría, pongo sobre cada uno de esos tres puntos un palito vertical y los convierto en signos de admiración. Acompañados de un fuerte abrazo.

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