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Neopuritanismo

El nuevo peligro totalitario que se extiende en las sociedades democráticas

El líder de un popular grupo musical acaba de manifestar en una comparecencia ante el Congreso que abundan los ofendidos por la opinión ajena, y que eso es siempre germen de la intolerancia, a la que tilda de "puritanismo progre". Otro afamado cineasta, en una reciente entrevista, declaró también que tenía gran afición a las apuestas, pero que las había dejado de lado porque eso ahora "estaba mal visto". Se extiende por España una repelente ola de estandarización forzada que pretende imponer no solo un odioso lenguaje único, sino hacer desaparecer la formidable variedad de planteamientos y formas de ver la vida que son la esencia de cualquier democracia.

Cuando los padres peregrinos del Mayflower llegaron a los Estados Unidos, se beneficiaron de unas excepcionales cosechas de maíz que atribuyeron a intercesión divina, de donde arranca el conocido día de acción de gracias, principal festividad norteamericana. Lo que no se cuenta es que en Inglaterra valoraron celebrar una fiesta por el estilo para conmemorar a lo grande la huida del país de estos pesados puritanos calvinistas, que constituían un tormento por su permanente afán de implantar una uniforme manera de vivir, reglamentada en los más ridículos detalles y con abierta hostilidad a la heterodoxia. Hasta las Navidades prohibieron durante los trece años de pesadilla de Cromwell en esa insoportable dictadura moral.

En la actualidad, vuelve a crecer el número de personas que a todas horas pretenden llevar su peculiar puritanismo radical al resto de la sociedad, reeditando esos viejos fantasmas del pasado. Ya no están solos los cuáqueros o los amish en esta cargante tendencia, sino que los acompañan ahora ciertos partidos que procuran sin descanso hacernos comulgar a los demás con ruedas de molino, aun cuando poco haya que moler ahí.

De este neopuritanismo de hoy forman parte quienes encarnan a las opciones extremistas que tenemos la desgracia de soportar en el panorama político. Unos y otros no cejan de perseguir el terco objetivo de colocar en la ley conductas afines a sus postulados, porque lo suyo sigue siendo convertir en blanco y negro realidades que siempre fueron en tecnicolor, obligándonos a hacer o dejar de hacer según qué cosas, y a comportarnos de conformidad con sus dogmas, por más que sean en un soberano disparate.

En este contexto es en el que corresponde situar a esas extravagantes propuestas legales que tratan de criminalizar los pareceres favorables a tal o cual personaje histórico, de someter a los escolares a adoctrinamientos de un signo o del contrario, o aquellas que insisten en proscribir costumbres cotidianas enraizadas en nuestra cultura, como los tradicionales requiebros tan extendidos en el sur, que están ya en el punto de mira de esta moderna mojigatería. A este paso terminaremos midiendo nuestras expresiones como hacían en "La Codorniz" para sortear a la censura, o pensando dos veces lo que queremos contar para no decir nada, como acostumbran los diplomáticos.

Lo que en el fondo se esconde aquí es la ausencia de sentido democrático de los que insisten en estas malditas prácticas. No son capaces de comprender algo tan elemental como que en una nación cohabitan ciudadanos de muy diverso pelaje que no tienen ninguna obligación de vestir ese color caqui que a algunos tanto les seduce. Es justamente esa pluralidad el mayor tesoro de un país, que por más que se empeñen no resulta posible sustituir por herramientas jurídicas que busquen instaurar un pensamiento normalizado incapaz de persuadir a la inmensa mayoría.

Estos nuevos puritanos, obsesionados con la máquina de concebir preceptos para atar corto a los que piensan diferente y convertir en un infierno la convivencia, no son solo unos pelmazos de mucho cuidado, sino unos totalitarios de marca mayor.

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