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Millas

El trasluz

Juan José Millás

Alteraciones físicas

Modos de ser extranjero

Hay muchos modos de ser extranjero. A veces, con todos los papeles en regla, siente uno que no es de aquí o de allí, o de donde quiera que se encuentre y pueda ser identificado por la policía sin problemas. A veces uno es extranjero dentro de su país, incluso dentro de su propio cuerpo. Hoy he salido de la cama, y me he arreglado como si mis pulmones fueran mis pulmones; mi hígado, mi hígado; mi lengua, mi lengua, etcétera. Luego, al afeitarme, me ha parecido que el tipo que me observaba desde el espejo no era exactamente yo. Se parecía a mí, desde luego, pero no era yo. Era una imitación de mí casi perfecta, una réplica estudiadísima. Solo le delataba la mirada. Esa mirada pertenecía a otro o a otra. No me miraba: me escrutaba. Yo también me escruto, pero con menos violencia.

Disimulé, claro, fingí que no me había dado cuenta del cambio por si acaso. Pero ya al atarme los zapatos observé también algunas diferencias en el modo de hacer la lazada y más tarde, en la cafetería, en vez de pedir un té verde, pedí un café cortado con doble carga de café. Ni siquiera hace años, cuando era aficionado al café, lo pedía con doble carga. Lo cierto es que me gustó y que me cayó muy bien. Había cosas de este nuevo cuerpo recién estrenado por mí, aunque de segunda mano, que me gustaban. Pero persistía la extrañeza. El yo, en lo fundamental, seguía intacto. Yo continuaba siendo yo. Mi yo actual era la continuación del de ayer. Miré la agenda y reconocí todos mis compromisos. Hablé también con mi mujer y con mis hijos de los asuntos familiares que nos concernían y los reconocí uno a uno sin género de dudas.

El sentimiento de extrañeza corporal fue aligerándose a lo largo de la jornada. Ahora son las doce de la noche y ya no me encuentro tan extraño, de ahí también que sea capaz de escribir sobre una experiencia en principio desestabilizadora. Quizá, pienso, los autores de la réplica orgánica en la que me encuentro eliminaron durante la siesta los pequeños fallos para que me encontrara como en casa. De hecho, al mirarme, en el espejo ya no me escruto tanto como por la mañana. Diría, en fin, que me escruto lo normal. Como si me observara con mis ojos de siempre.

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