La Unión Europea ha actuado estas semanas con los titubeos propios de quien pisa terreno desconocido, el de una crisis asociada al coronavirus que empezó con un choque ("shock", en la jerga de los economistas) de oferta -el cierre de China cortó las cadenas mundiales de suministros-, ha continuado con un choque de demanda (derrumbe del consumo) y podría convertirse en un "shock" de deuda si la respuesta de política económica queda confinada entre las fronteras de cada país, como los están ya decenas de millones de ciudadanos en sus casas.
Hay algo más inquietante en los titubeos de la UE. La Unión está transmitiendo que, ante este episodio, aparece tan desarmada y desunida como en bastantes momentos de la Gran Recesión. Y ello supone un riesgo de alcance para los países más vulnerables, entre los que de nuevo están España e Italia, que dejaron atrás la crisis anterior con una mochila de deuda pública del 95,5% PIB y del 135%, respectivamente.
Ha escrito el eurodiputado asturiano Jonás Fernández que "la crisis del coronavirus ha vuelto a situarnos ante el espejo". Porque la UE "sigue con las herramientas incompletas" (ausencia de presupuesto común, seguro desempleo compartido...) para reaccionar fiscalmente ante choques como el presente.
No son caprichosas las reservas de las ministras económicas del PSOE a que España protagonice una magna expansión de gasto de forma individual, porque los acreedores podrían golpear a la puerta con la prima de riesgo y agravar las dificultades, sumar un episodio de crisis de deuda soberana a los "shocks" que en tiempo récord está encadenando la economía.
La respuesta de la Europa del Norte ayer, frenando por ahora una acción mancomunada, añade peligros. También mucha presión y tensión al Consejo de Ministros que hoy decidirá el plan económico de España. La dimensión del rescate que recibirán las familias y las empresas.
