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LNE FRANCISO GARCIA

Billete de vuelta

Francisco García

El balcón es el ágora

Como no se puede salir a la calle, la gente socializa desde las ventanas

El ágora es hoy el balcón, la ventana. Un estrado incipiente en las alturas desde el que contemplar el paso de las horas de encierro permanente. Somos animales de compañía que, enjaulados, auscultamos resquicios para sortear el aislamiento. La gente se asoma a la ventana y aplaude o canta, convirtiendo la balconada en anfiteatro o escenario cambiante de idéntico decorado urbanístico. Los italianos, que viven en la calle como nosotros, nos han marcado la senda de la socialización tras los cristales y enseñado cómo el grito unánime refuerza el sentido de grupo y las defensas colectivas. "All'alba vincerò!".

Desde la ventana del salón de la casa en que habito, un soleado séptimo, se ve cada mañana la plaza vacía, el lugar en abandono vital donde un grupo de jubilados, a modo de sanedrín, solía hasta hace poco resolver democráticamente las cuitas del país, desde la página política a la crónica deportiva. Apenas se contempla ahora a individualidades que caminan a paso apresurado, pendientes de esquivar a una patrulla de la Policía o al virus emboscado en una esquina, en busca de acomodo en un nuevo huésped. Poco tráfico, las sillas de las terrazas, apiladas, y un cierto aroma a masa de pan bueno.

Cada mañana desde hace varias y a idéntica hora, los mismos paisanos pasean a idénticos perros. A veces, desde la atalaya circunspecta, parece que el perro es el mismo y cambia el paisano. El animal de compañía se ha convertido, para romper momentáneamente el enclaustramiento, en un artículo de primera necesidad.

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