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evelio g palacio

Cien años de soledad

Evelio G. Palacio

Entre manzanos

Muchos años después habríamos de recordar aquella tarde remota en que nuestros gobernantes nos llevaron a conocer el virus? Aquí estamos. En Macondo, porque todos los paraísos tienen igual nombre. A la vera del río, en el fondo del valle. Enfrente, la autovía atraviesa como una cicatriz lo alto de una ladera. Recuerdo de lo que un día el mundo fue. Aquí estamos. Como Alfonso Camín, entre manzanos. Listos para aguantar cien años de soledad. O cien virus en soledad. El coronel García Márquez vendería su alma al diablo por resucitar y escribir la novela de estos tiempos.

El primer descubrimiento de esta peste misteriosa no es el silencio sino el sonido. Los pájaros trinan. Rivalizan en entonaciones. Antes el tráfago escondía las melodías. Suena hasta la hierba mecida por su amiga, la brisa. El sábado, el domingo y el lunes, solo un coche de vez en cuando. Ayer, demasiados "cuandos". Un runrún de motores "in crescendo". El pueblo aguanta poco o labora mucho. Pierde el miedo o empieza a aburrirse del confinamiento.

Aparece la cuadrilla para reponer las faltas de una pomarada, los árboles que no crecieron. ¿Pero ustedes pueden trabajar? "Los manzanos son seres vivos. Si no los plantamos, mueren". En la rotonda, la Guardia Civil los detiene y les pide los documentos. Todo en orden, a seguir. A mandar. Mañana, para Quirós y luego a Pravia. En el prado, cuatro plantones de "raxao" empiezan una nueva vida. Hay vida. Los vecinos solidarios cortan con mimo el flequillo a "Kiko", un fox terrier de ocho años. Para que no le cubra los ojos. Para que pueda ver y ladrar a las aves. Los demás, las demás, sin peluquería y con estos pelos. Nadie lo pasa mejor en esta prisión que los perros.

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