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Una monarquía de clase media

Las finanzas del Rey Juan Carlos

Todas las familias -incluidas las Reales- disfrutan de alegres periodos de exuberancia financiera o padecen otros de estrechez. Las cuentas de la familia Borbón durante los dos últimos siglos han conocido grandes variaciones. La historia comenzó con la precipitada marcha al exilio de Alfonso XIII en abril de 1931 aunque, eso sí, sin renunciar a sus derechos dinásticos. Los historiadores todavía no se han puesto de acuerdo sobre el volumen de su patrimonio y mientras unos aseguran que llegó a Roma con lo justo para pagar el hotel, otros estiman su fortuna en millones de dólares. Su hijo, Juan II, prefirió residir en Estoril, una localidad cercana a Lisboa, donde se dedicó tranquilamente a uno de sus entretenimientos favoritos, la navegación a vela.

No es un secreto que la estancia portuguesa del Conde de Barcelona fue financiada por un grupo de monárquicos entre los que se encontraban los miembros de su Consejo Privado, un órgano consultivo del que formaron parte Sainz Rodríguez, Gil Robles, Satrustegui, Álvarez de Miranda, Antonio Fontán, José María Pemán y Luis María Anson. Y desde Estoril el Conde de Barcelona negoció con Franco los supuestos derechos de su familia a la Corona de España. Primero reclamó ese derecho para sí pero ante la cerrazón del general se resignó a defender lo mismo para su hijo Juan Carlos, cuya tutela y formación entregó al sátrapa. El resto de la historia, por próxima, es conocida por una mayoría de españoles. Juan Carlos de Borbón fue designado heredero por Franco para sustituirle. Su mayor momento de gloria fue el 23 de febrero de 1981 cuando apareció investido de autoridad para detener un golpe de Estado cuyas complicidades están todavía por desvelar. Una actuación que le valió ser aceptado por una mayoría de la población no franquista. La monarquía de don Juan Carlos fue presentada ante la opinión pública como una monarquía sin cortesanos ni complicidades con la oligarquía financiera. Vamos, como una monarquía de clase media que vivía con su familia en un modesto palacio. Esa imagen ha quedado destruida por el episodio del elefante en Botswana, sus exagerados dispendios y por el último escándalo financiero que ha llevado a su hijo Felipe VI a renunciar a su herencia y a suprimirle la asignación real. Lamentable final.

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