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LNE FRANCISO GARCIA

Billete de vuelta

Francisco García

Relato de una muerte cruel

El hiriente caso de la doctora de un pueblo de Salamanca que falleció sola en casa

Se llamaba Isabel, Isabel Muñoz, y en el pueblo cuyo consultorio médico atendía, La Fuente de San Esteban, en Salamanca, donde curan, al viento frío de la sierra, deliciosos embutidos y jamones, la adoraban. Isabel tenía 59 años y se desvivía por sus pacientes. No escatimaba horas al desempeño de su labor sanitaria, abnegada siempre. Habitaba en Salamanca con su marido, Baldomero, un zamorano del pueblo de Rabanillo, en Sanabria, orondo y bonachón, buen amigo de mi dilecto escritor sanabrés Delfín Rodríguez, narrador entre sollozos de esta tragedia sobrevenida.

Baldo, al que en alguna ocasión tuve oportunidad de saludar en La Chopera, el restaurante que regentan Pepito González y su madre, Erundina, en El Puente, es ATS y se encontraba en Villaflor (Ávila) cuidando de un familiar cuando Isabel comenzó a detectar síntomas de la enfermedad. Hablaban cada día en la distancia y ella, que había decidido autoaislarse para preservar a sus pacientes, se quejaba de que no encontraba respuesta a cada intento de comunicar con el centro de salud. No le llegaron a hacer la prueba, murió sola en casa, sin poder aferrarse en el último aliento a la mano poderosa de su marido.

A la doctora de La Fuente de San Esteban la incineraron ayer, a las cuatro y media de la tarde, en Salamanca, en la más estricta soledad. Solo Baldomero pudo asistir a una desgarradora despedida sin adioses, sin abrazos, sin caricias. Isabel Muñoz es la segunda sanitaria de este país que fallece desde el inicio de la terrible pandemia. Séale leve la tierra.

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