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Millas

El trasluz

Juan José Millás

Cuídense

Limpiar la mala baba

A Valentina Cepeda, la trabajadora del Congreso que desinfecta el atril tras el paso de los oradores, habría que darle un aplauso (además de subirle el sueldo) no por aniquilar los virus, que también, sino por limpiar la mala baba que se les escapa a algunos junto a los adjetivos, sustantivos y verbos con los que construyen sus oraciones. Hay gente que hasta en el tanatorio pone a parir al muerto. No digo que no se pueda hablar mal de él, se lo merezca o no, pero conviene dejar, por higiene emocional, que se enfríe el cadáver. Tuve un compañero de trabajo que en el sepelio de nuestro jefe común empezó a conspirar para sustituirle. Llevaba una lista de todo lo que el interfecto había hecho mal y se la recitaba a quien se le pusiera a tiro, incluso si se trataba de la esposa del muerto. Ahí mismo puso en marcha el rumor de su nombramiento que, increíblemente, se produciría poco después. Hay profecías autocumplidas para lo bueno y para lo malo y para lo regular. Las personas insaciables lo saben y no respetan el dolor de nadie porque a ellas no les duele nada. Tal es la característica principal del psicópata: su incapacidad para sufrir, de ahí que necesite torturar a los demás: para ver fuera lo que no halla dentro. Recuerdo haber leído un estudio según el cual la política resulta un refugio excelente para estos individuos, pues se trata de una actividad que permite poner en marcha grandes barbaridades en el nombre de hermosos ideales. Para justificar el lanzamiento de una bomba atómica sobre una población de civiles desarmados, es preciso tener mucha labia.

La labia es inherente a la psicopatía. No la labia exquisita, entiéndase, sino aquella otra plagada de lugares comunes en la que aparecen con una frecuencia excesiva términos tan manoseados como la patria, la bandera o dios. No hay populista que no aderece sus guisos retóricos con estos nombres al tiempo de elevar la voz para impresionar al respetable, o de bajarla, lo mismo da, para otorgar un tono de gravedad a la soflama. Significa que con el Covid-19 flotando por el aire deberíamos ser tan comedidos como en el funeral de nuestro peor enemigo. Por educación, por delicadeza, por elegancia, por sentido común. En estos momentos toca un poco de unidad, aunque para lograrla sea preciso morderse la lengua de serpiente. Cuídense.

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