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Sobre la gestión del Gobierno de Pedro Sánchez de la crisis del coronavirus

Salió nuestra ministra de Exteriores a responder al ministro holandés de Finanzas y más o menos le dijo que estamos todos en el mismo "Titanic". Mal argumento, que le podría fácil la réplica al neerlandés, si quisiera usarla. El iceberg es muy grande, claro, pero la forma de defenderse contra él se relaciona íntimamente con la gestión de cada gobierno, y el español no anduvo fino. Cuando Sánchez habla de no defraudar a la ciudadanía, los guiris le podrían pedir que concrete a qué ciudadanía se refiere. Los más ricos, evidentemente, mira por los suyo, pero no todo es Norte rácano contra Sur indigente. El Bayern Munich tiene, dicen los papeles, un gasto de 290 millones de euros en plantilla; los jugadores han aceptado una rebaja del 20 por ciento. El Barça, que con 390 millones es el club que más paga de Europa, está teniendo problemas para que sus astros digan a cuánta a pasta renunciarán. El Norte luterano frunce el ceño enseguida; todo tiene su lógica. Si el ministro Ábalos dijo en su día que con los separatistas ni a coger duros y luego partió con ellos piñones, lo lógico es que el mismo ministro mantenga esa peculiar relación suya con la verdad cuando se va de excursión a Barajas; también es lógico que se haya escapado a Valencia a participar en una famosa fiesta local y, seamos humildes, también fue lógico al decir a mí no me echa nadie.

De todos los errores de Sánchez no es el más pequeño haber chutado con terquedad exasperante la idea de que quien está contra él es un derechista. Esa simpleza es disuasoria. Sánchez se columpió sobre ese maniqueísmo adolescente, atizó la división social, maniató a su partido y pide unidad cuando pintan bastos desde un gobierno en el que saltan signos de desunión al primer descuido. Mucho hemos perdido, por cierto, en la transición que va del humor de los añorados guiñoles del plus al griterío inquisitorial de la sexta; aquellos guiñoles habrían hecho arte mayor con la actual ministra portavoz, que habla un pelín como pensando esto lo arreglo yo con mi simpatía sureña. Y vino en esto Zapatero a decir que un fallo lo tiene cualquiera -si lo sabrá él, ciertamente-. Zapatero ha ganado en desparpajo sin crecer en talento y, un pelín como Sánchez, hace creer que quien se le opone es un reaccionario. Con esas joyas intelectuales no dan ganas de hablar, pero queda pendiente el debate sobre los privilegios del poder y la forma de buscarlos y mantenerlos. La ministra de Exteriores, por cierto, tiene mucho curriculum en comercio exterior pero los chinos la llevan de cabeza comercialmente. Al otro lado de la peste está el futuro. Entre el pan y el circo, habrá que elegir bien.

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