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Cien años de soledad

Matar el tiempo, por Evelio G. Palacio

Cada cual perfecciona su método de gestionar el tiempo. José Julián, corresponsal en Noreña, informa: "En la calle Nueva organizan un bingo desde las ventanas". Piga, de la Pola, fray escoba, no deja rincón sin bendecir con lejía, fiebre del sábado tarde. De Maribego, tres habitaciones más allá, se adueñó un ataque de ansiedad: "En el confinamiento me confiné en la cocina, puse la música al alto la lleva y fregué como una loca. Quedé como nueva". Quién necesita ansiolíticos habiendo encimeras.

Las casas quedan como los chorros del oro. Asiente Pepa, desde Villaviciosa: "Esto está de exposición. Orden de cajones, lavado de cortinas, cambio de colchas. No hice bicicleta. Se me estaba poniendo cara de Tarangu. Charlé con el de la basura. Necesitaba hablar con alguien. Y leo con Luis en el porche el periódico. Pareja que lee unida LA NUEVA ESPAÑA permanece unida".

Letras. Carlos, kiosquero, reparte con fidelidad a domicilio por el condado el pan nuestro de cada día. Un homenaje. José Antonio, de Lugones, "desde hace 50 años, prefiero que me falte el desayuno a LA NUEVA ESPAÑA", exjefe de compras y personal de una multinacional alemana, lee y escribe: "Vivo en un tercero. Entre las siete y las ocho bajo y subo andando al portal a por el diario".

Y cifras. A Ramón, exseñoría, pendiente de la pendiente, le patina la curva de las gráficas. Esconde la tragedia, "salvo que usen logaritmos neperianos o algo así. Entonces me callo". José Luis, enviado especial en Oviedo, destapa el truco del porcentaje: "Intentan elevar la moral diciendo que el virus desciende. Según y cómo. Anteayer había 1.000 infectados, ayer 500. Porcentaje de aumento, 50%. Hoy hay 600 infectados. Porcentaje de aumento, 40%. Paradoja matemática". Arden las calculadoras.

Fernando, de Morcín, teletrabaja: "Cuando gestioné el cambio cultural de mi equipo con la oficina en casa, algunos competidores se reían. Ahora nos siguen. Ningún empleado volvería a la situación anterior". Ellos, desde Suecia, contemplan desde la terraza de su casa las carreras de caballos que en Mölndal, Gotemburgo, se siguen organizando. Los suecos hacen el sueco, casi sin restricciones, porque confían en la responsabilidad colectiva de su Gobierno y la individual de cada ciudadano.

Ellos son leyenda urbana y acaban de recibir de España cargamento de mascarillas. "Vemos que para algunos por ahí la cuarentena resulta como las primeras vacaciones en treinta años, comiendo todo el día y haciendo postres. Van a tener que llamar a grúas el Roxu para rescatarlos". Las destrezas culinarias son otra pasión, aunque el duro filtro impuesto por la secretaria de Estado de Comunicación impide citar a los cocineros para que no les lluevan los encargos. Natalia, desde Las Palmas, envía vídeo del coro de la Fundación cantando el himno regional. Raza. Llegan desde allí antes a Macondo las noticias que desde Oviedo.

Ella hace análisis funcional de las declaraciones de los políticos. "Cómo les cuesta aceptar la culpa". No hace falta estudiar nada, nunca reconocen culpa. Pero mejor para otra jornada.

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