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Mariola Riera

Radio Patio

Mariola Riera

Absténganse políticos

El lujo del aislamiento de normas absurdas

Lo bueno que tiene un patio de luces es que de alguna forma puede quedarse al margen de las, en ocasiones, estúpidas normas con las que los políticos regulan la vida de los ciudadanos hasta el punto de fijar la hora a la que pueden aplaudir a la ventana y por cuánto tiempo.

De prolongarse el estado de alarma -y dado que muchos dirigentes apenas tienen trabajo, o sí lo tienen pero no se ocupan de lo que deberían- para justificar el puesto es posible que algunos se atrevan hasta regular qué hay que comer cada día por eso de cuidar la dieta de la población o cuándo toca hacer la colada: la ropa blanca, el fin de semana, y la de color, lunes y miércoles. Es una idea.

Cerrado por los cuatro costados, al patio de luces solo dan las ventanas de los vecinos privilegiados con pisos alejados del mundanal ruido (con algo había que compensar la anodina vista a una parabólica y a una chimenea desde el despacho) y aquí mandan ellos.

No hay confinamiento vigilado y sí mucho margen para la improvisación y también para el desahogo. Se puede aplaudir a la hora que uno quiere y emplear en ello dos minutos o dos horas. No hay riesgo de que aparezca la Policía con la multa en la mano por haber incumplido la ordenanza de turno.

Salvo rarezas que se cuentan con los dedos de la mano, reina la sensatez y el consenso general entre la población. Y menos mal. Excepciones las hay, vale. Pero a muy pocos en su sano juicio se les ocurrirá plantar una queja porque a última hora de la tarde un puñado de vecinos sale al balcón a aplaudir o enchufa la música a todo volumen unos minutos en pleno estado de alarma, después de tres semanas confinados en los hogares y con otras tres en el horizonte.

El patio de luces queda en una especie de limbo legal para algunas cosas. Es una suerte y un lujo en estos tiempos, hay que reconocerlo. Absténganse políticos.

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