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José María de Loma

Futurólogos

Distinguir al profeta del cenizo y del charlatán

Se están perdiendo muchos empleos pero no cabe duda de que se están incentivando otros. De futurólogo, por ejemplo. No falta día en el que no aparezca uno nuevo. De esta crisis vamos a salir muy cambiados, dice uno en un titular. Los usos y costumbres variarán mucho tras la crisis del coronavirus, predice otra desde la radio. El orden mundial quedará invertido, asegura un señor que en otras circunstancias pasaría inadvertido. Para la gran mayoría de la gente, el futuro es cómo pasar esta tarde. Hay quien se ha impuesto rutinas y ya tiene fácil la adivinanza sobre lo que vendrá mañana. Otros se habrán asilvestrado y cada día será un mundo, un improvisar. Los economistas predicen sobre el devenir de la economía, los médicos sobre el futuro de las epidemias y los periodistas sobre el futuro de los medios. Y teme uno que haya tanta buena fe como desacierto. Qué sabe nadie. Visto lo visto. Los políticos son los únicos que conocen el futuro: saldrán del poder. Tarde o temprano. Sean los que sean. Por eso su afán principal es permanecer en él. No importa si leen esto ahora en la pandemia o dentro de unos años. Vana esperanza, este papel, este artículo de web será pronto olvido. En estos tiempos, lo único seguro es que hay que contar con lo inesperado. Quién nos lo iba a decir hace un mes. Bueno, en realidad había gente que lo advertía pero no les hacíamos caso.

La poesía es un arma cargada de futuro, dice el celebérrimo verso de Celaya, que por cierto es de un poema en el que se habla de lavarse las manos y de que hemos tocado fondo. Celaya era magnífico, pero no olvidemos que una clave importante para seguir viviendo es ponerse a salvo de los malos poetas. Pero no seamos pesimistas. Distingamos al profeta del cenizo. También del charlatán. Son tres especies documentadas en la literatura científica, con parentesco entre ellas y a veces difíciles de distinguir, pero suelen tener distinto hábitat, dieta y comportamiento. Hay que centrarse en los futurólogos optimistas, para negros pensamientos ya están los nuestros, que son aliviados u olvidados cada noche con una buena serie o un libro, con una copa de vino y la certeza de que poco a poco el confinamiento irá pasando. El "confiamiento", de confiar, en según qué gente, es ya otra cosa.

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