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Crónica Vírica

La cabaña, refugio y arte, por Chus Neira

Isabel Cuadrado revive su encierro en una residencia en Finlandia, y la curadora Cristina Ramos, uno reciente en EE UU

Noruega y Finlandia están todavía más cerca de lo que uno pudiera pensar en el hilo que une ahora los recuerdos de la artista Isabel Cuadrado y los de la comisaria de arte Cristina Ramos. Aunque sobre el mapa un océano separa el pueblecito con nombre de país nórdico en Maine (EE UU) de la localidad finesa de Fiskars, conocida por sus artesanos y su fábrica de cuchillos, una y otra han servido a estas dos asturianas para pensar sobre encierro y arte en momentos y circunstancias muy distintas, emparejadas ahora a la luz del confinamiento y del estado de alarma en España por el COVID-19.

La estancia de Isabel Cuadrado en una residencia artística Fiskars tuvo lugar hace nueve años, aunque estos días ha rescatado aquel trabajo por los paralelismos con el aquí y ahora. Las peripecias de Cristina Ramos son de hace poco más de un mes, pero coincidieron, en otro país, con los momentos de mayor incertidumbre del inicio de la crisis sanitaria en España, y ahora vuelve sobre esos días desde su casa en Berlín.

Isabel Cuadrado había dado casi por casualidad con aquellas residencias para artistas, pero cuando llegó a Fiskars, en aquel febrero de 2011, en un invierno especialmente duro, incluso para los finlandeses, con un manto de nieve que lo cubría todo y noche cerrada, se le cayó el mundo encima. A las pocas horas de luz, el mucho frío hacía complicada cualquier estancia fuera de la casa. La cara empezaba a doler. Así que se trataba de estar el tiempo indispensable fuera y aprovechar bien el día. De esa forma, Isabel ideó el proyecto de hacer una instalación al día durante el mes de marzo, todos dentro de la casa, utilizando solo los materiales que tenía a mano. Ese empeño, que se puede consultar en marzo2011.wordpress.com, había empezado ya con otros trabajos centrados también en la habitación del estudio, como el del calco de los mapas del suelo, a la manera de los mapas inútiles del Imperio del cuento de Borges, que coincidían exactamente con el mismo Imperio y que ahora le recuerdan a la artista al mundo digital devorando la realidad, una sensación que, lamenta, ha visto acrecentada estos días.

Ahora, como hizo en Finlandia, aunque no por frío, sino por las normas del estado de alarma, Isabel Cuadrado también aprovecha el encierro para trabajar en casa con lo que hay a mano, para revisar obra, acabar trabajos a medio hacer o leer. Una vida un poco más tranquila. En Fiskars, en marzo, en su rutina de la instalación diaria, investigó toda la casa, utilizó desde perchas a ropa de cama, cuadros viejos abandonados en una cámara de aire, vasos de plástico. "Todos los días eran una sorpresa y me tenían ocupada toda la jornada, porque anochecía muy pronto".

La peripecia de Cristina Ramos no formó parte de ningún proyecto artístico. No, de forma intencionada. Era la primera vez que esta curadora asturiana, afincada ahora en Berlín después de unos cuantos años en Londres, viajaba a Estados Unidos. Lo hacía acompañando a un amigo, el artista y diseñador de moda Eliot Felde, residente también en Alemania pero de Portland, en Maine, cerca de Nueva York. En el viaje había encuentros previstos con responsables de museos y galerías, y el coronavirus era una amenaza lejana. Cristina había estado trabajando en ARCO la semana previa con normalidad y sin más referencia a la pandemia que algún chiste. En Berlín, cuando cogió el vuelo a Boston, el 5 de marzo, la gente hablaba más en serio del COVID-19, pero sin ver ni mascarillas en los aeropuertos. Al tercer día en Portland la cosa cambió. Se cerraron los espacios públicos y las casas de los amigos a los que iban a ver parecían ahora un plan incierto. Así que Cristina y Eliot emprendieron una vida algo nómada que les llevó al pueblo de Noruega, primero, y después a una cabaña próxima, sin conexión a Internet ni cobertura telefónica. "Era", dice ahora, "como estar en una sala de espera en vez de estar de viaje. Una sensación de irrealidad en medio de un espacio deshabitado, una cabaña convertida en un no-lugar mientras no sabías muy bien qué iba a pasar". Esos días, antes y después, cuando recuperó las vías para comunicarse para el resto del mundo, habló mucho con otros comisarios y artistas sobre la "suspensión de la futurabilidad" y de cómo la pandemia había igualado todas las profesiones con la suya. "Estamos acostumbrados a vivir en la incertidumbre, en un contexto mucho más disuelto que ahora se ha extendido a todos".

La vuelta fue muy diferente, Nadie en Heathrow, casi nadie en el avión a Berlín. En la capital alemana hay controles, se puede salir con cierta prudencia y los ciudadanos acatan más fácilmente las normas porque la burocracia, por pesada que sea, es más eficaz. Berlín aprobó ayudas de hasta 5.000 euros para los autónomos. Cristina presentó la documentación la semana pasada y a los dos días ya había recibido el dinero. Algo de certeza en medio del suspense.

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