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La soledad de El Paseín

Emoción y fervor desde el confinamiento

En la tarde del Sábado Santo, en El Paseín, las gaviotas inquietas sobrevolaban de un lado a otro. Algunas se habían encaramado en las farolas más cercanas al lugar donde se sitúa el coro. Esperaban gozosas para unirse a los acordes de la Banda de Música de Candás, en su rezo emocionado del rosario y más tarde tratar de no "desentonar" mucho, en el canto de la Salve Marinera.

Pero pasaban los minutos y el silencio era cada vez más profundo... El Paseín permanecía solitario... Era la suya una soledad poblada de vivencias... Vivencias de otros Sábados Santos que pugnaban por romper aquella desangelada situación.

Situación tan distinta de la que yo, después de un tiempo, pude disfrutar al regresar a mi pueblo y participar de esos momentos mágicos en los que el azul del cielo parece no querer irse sin escuchar los acordes de la Salve Marinera, cuando todo un pueblo se reúne para cantarle a la Virgen del Rosario, Patrona de la Cofradía de Pescadores de Candás.

Recuerdo que aquella tarde las gaviotas revoloteaban por encima de nosotros, como si intentaran unirse con sus graznidos al entrañable canto. Recuerdo que llovía.., llovía suavemente y os confieso que al volver a escuchar la Salve, nuestra Salve Marinera, casi no podía contener la emoción a la que contribuían aquellas gaviotas que dejando volar mi imaginación con ellas, me transmitían, tal vez por no haber observado nunca su presencia en tales circunstancias, como un testimonio hermoso y trascendente de la espiritualidad de esos momentos.

Desde entonces no he dejado nunca de asistir a este acto, y he podido comprobar a través del tiempo cómo las gaviotas acuden año tras año.

También éste esperaban en El Paseín.., pero sólo el silencio lo inundaba todo.

En la tarde del Sábado Santo, en Candás, muchos estábamos muy tristes al no poder acudir a este recinto para nosotros entrañable, aunque estoy segura de que en nuestros corazones, en nuestros oídos, en nuestros recuerdos, en la intimidad del aislamiento, íbamos a elevar al cielo nuestra plegaria a la Estrella de los Mares, que hoy más que nunca necesitamos para que guíe nuestro camino y nos proteja.

De pronto, a las nueve en punto de la noche, de todas las ventanas y balcones, las voces del coro, registradas en una grabación que Onda Peñes emitía en esos momentos, mezclada con las voces de muchos candasinos, hizo que la Salve Marinera se escuchase en todos los rincones de la villa.

También hasta El Paseín llegaba el eco de la Salve, entonada por todo el pueblo. Unos ecos que hacían florecer en el solitario escenario muchos Sábados Santos, muchas salves marineras, muchas presencias de seres queridos que nos han dejado.

Unos ecos que a buen seguro llegaron hasta la Virgen del Rosario que, en su altar, en el interior del templo parroquial, iba a pasar sola la noche del Sábado Santo

El precioso simbolismo que año tras año mantenemos vivo, al acompañarla a la ribera, y compartir con ella el dolor por la muerte de su hijo, velándola toda la noche, desgranando avemarías, aplicadas, muchas de ellas, por las madres candasinas que, en este mismo lugar, lloraron la muerte de sus seres queridos, este año no ha sido posible.

Nadie pudo acompañar en la noche del Sábado Santo a la Virgen del Rosario. Pero ella sabe que la queremos, que vive en nuestros corazones temblorosos por la pandemia que nos acecha y que emocionados hemos elevado nuestra canción al cielo.

En la tarde del Sábado Santo, El Paseín, lugar emblemático en nuestro pueblo, se convirtió en el sueño añorado por cientos de candasinos que, desde el confinamiento en sus hogares, pensaban y deseaban estar en su recinto acompañando a su Virgen, y que al no poder hacerlo cantaron desde sus casas con emoción y fervor.

Al final del canto, El Paseín volvió a sumirse en el silencio, igual que había estado toda la tarde.

Tal vez apiadada de su soledad

Mágica por el cielo

La luna fulge, llena

La Luna acudió solidaria a su lado. Es la Luna de Parasceve, la luna que siguió a Jesús camino del Calvario, que veló su oración en el Huerto de los Olivos. La misma que, al igual que nosotros, se habrá entristecido al no poder acompañar a nuestra Virgen del Rosario en la noche que baja a la ribera.

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