Hay tres tipos de encierros: el de los sanfermines, el que nos ha caído en desgracia a los españoles y el del rey de Tailandia, que se ha confinado en un hotel de Baviera con sus veinte concubinas y un séquito de mamporreros. Maha Vajiralongkorn, que así se llama el pájaro, se ha instalado en Alemania a cuerpo de rey, mientras en su país se ha decretado la emergencia nacional por el coronavirus. El capitán Araña de la corona tailandesa se ha montado una fiesta al pie de los Alpes, saltándose a su gusto la cuarentena, volando de ciudad en ciudad en su avión privado mientras su pueblo se ve privado de casi todo, menos de cascos con pantallas faciales para los bebés, que embutidos en esas caretas plásticas parecen antidisturbios de Playmobil.
El monarca de marras, cuyo título regio obliga a llamarle Rama X, que en vez de apelativo dinástico parece el alias de un rapero, se pasa la orden de confinamiento vigente en Alemania por el arco del triunfo; o mejor, por la Puerta de Brandeburgo. Dispone de un Boeing 737 que pilota a su antojo, porque este Rama X no se anda por las ramas: hace unos días voló con su harén de Zurich a Bangkok para asistir a la fiesta nacional que conmemora la llegada al trono de su dinastía. Llegó, repuso la faltriquera y regresó al hotel reservado para él y su troupe. Y a ver quién le tose sin cometer un delito de lesa majestad. Y encima no paga impuestos.
Cada rey tiene sus excentricidades, que van en el cromosoma de la sangre azul. A otros les da por cazar osos borrachos en Rusia o elefantes en Botsuana.
