Estoy releyendo como una enloquecida "En la penumbra de Cuaresma", entre cuyas hojas se escucha una voz, como un cuchillo para ir abriendo en la memoria caminos de libertad y de olvido de gozos, y de dolores. Y no se trata de un poemario cansino ni de un puñado de versos hipocalóricos, y a veces resistentes al vendaval destructor de las nieves.
Es un libro en el que se escucha sin cesar la voz de una mujer muy alterada y blasfematoria.