La Nueva España

La Nueva España

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Qué España queremos, por Zulima Fernández-Muñiz

La necesidad de una visión constructiva pero crítica de la crisis del coronavirus

Zulima Fernández-Muñiz | Profesora titular del departamento de Matemáticas

Llevamos más de un mes de confinamiento. Antes de que todo esto empezara, muchos de nosotros teníamos un trabajo, que ahora continuamos haciendo, por obligación y respeto a los demás. Son muchas las personas que trabajaban cada día en condiciones de peligrosidad, en trabajos desagradables y con sueldos precarios, a veces todo eso junto, a las que nadie aplaudía desde los balcones. Al principio del confinamiento, convocados por un himno inaudible, cada día a las 8 de la tarde muchos vecinos salían a aplaudir a los sanitarios. Luego se fueron sumando a la gratitud colectiva los trabajadores de supermercados y los servidores del orden público. Desde hace unas semanas, muchas personas empezaron a mostrar todo tipo de habilidades en sus salidas a los balcones y ventanas. Gente que antes se veía en el portal, y se ignoraba, ahora son amigos de balcón, compañeros de aplauso y solidaridad, participantes del alborozo que da saberse parte del grupo de apoyo, del que hace lo que debe.

Durante algún tiempo me sentí mal por no tener el ánimo suficiente para salir a aplaudir cada día, escuchar el "resistiré" seguido del "Asturias patria querida". Pensaba que igual los sanitarios necesitaban más sus equipos de protección individual que los aplausos, que nunca consideré a las fuerzas de orden público un gasto superfluo y que agradezco, desde siempre, el trato amable y profesional de los trabajadores de mis tiendas habituales.

Continúo sin salir a la ventana. Me pesan en el ánimo los más de 31 días de confinamiento con una salida semanal a la compra, la falta de sol y de paseos al aire libre, la preocupación por la penosa situación socioeconómica en la que quedará este país y la empatía hacia los familiares de los más de 18.000 muertos que nos deja esta pandemia.

Creo, sin menospreciar otras acciones, que este país merece nuestro trabajo honrado, y sin excusas, para mantener y mejorar el bienestar social del que ya disfrutábamos, sin renunciar a nuestras libertades personales y colectivas, a los derechos heredados y a una visión constructiva, pero crítica, de cuanto acontece. Debemos reflexionar, de una vez por todas, sobre la formación de nuestros profesionales, la producción de bienes estratégicos, la investigación y la necesidad de hacer una gestión ejemplar del dinero público, que es de todos. En definitiva, debemos decidir qué España queremos, la que subvenciona los errores y fomenta la desidia, o la que premia el esfuerzo y el trabajo bien hecho, se preocupa por el futuro de nuestros hijos y respeta a nuestros mayores.

Compartir el artículo

stats