En estas semanas la actividad política se ha visto interrumpida en todos los ayuntamientos por la situación sobrevenida para detener la irrupción contagiosa del coronavirus. La situación pone a prueba la capacidad de respuesta y el grado de entendimiento que los distintos gobiernos pueden presentar ante un problema inmenso que afecta a todos por igual y que a todos, también por igual, ha cogido por sorpresa.

La oposición ejemplarmente y salvo muy contadas excepciones, se ha sentido resuelta a aparcar de facto su labor crítica y discrepante para ofrecer su apoyo incondicional por conseguir, entre todos, vencer el adverso momento cuanto antes y del modo menos traumático posible.

Sorprende, que esta decisión responsable y medida de la oposición, encuentre en demasiados gobiernos una réplica interesada, de bajeza impropia, que les deja una vez más retratados y que a la oposición da, sin que sepan ni presagiarlo, argumentos sobrados para retomar su lugar institucional con todo lo que ello supone. Gastar buena fe con según quienes es interpretado en ocasiones como debilidad y esperar que depongan su despótica actitud de estas semanas sin más, es dejar a los ciudadanos que asisten atónitos a sus trajines, otra vez pensando que no hay alternativa a estos gobiernos.

Es un mes tiempo suficiente para comprobar qué hace un gobierno cuando la oposición le ofrece colaboración sin condiciones. Y así estamos viendo que se ha propiciado que decidan unilateralmente sin preguntar, consultar ni informar nada. Cuánta oposición estos días está descubriendo qué pasa en su ámbito, en el mejor de los casos por lo que publica la prensa, porque también encuentran en las redes sociales, estos gobiernos amantes del postureo, el hábitat perfecto para sacar rédito político de la desgracia que estamos sobrellevando todos.

Si un gobierno no se siente capaz de consensuar aquello que en una situación tan alarmante es lo más conveniente para su población, aún con la oposición entregada voluntariamente, ¿en qué situación se debe esperar qué lo haga? Es mucho y muy lamentable lo que muestra este modo de actuar. Quizá lo que está quedando claro es que para otros temas recurrentes e importantes para el país que se van dejando de lado hace años, como pueden ser la educación, el sistema de pensiones o la propia Constitución sin ir más lejos, no se puedan esperar de estos políticos sino milagros. Y por otro lado, si un gobierno ante el paso al lado de la oposición llega a despreciar cualquier contribución de ésta, ¿estamos ante un derroche de prepotencia muy osado o ante un claro gusto por el totalitarismo más indeseable? Ni uno ni otro pasan, por descontado, desapercibidos ni desautorizan a los que pintan hace tiempo con colores sombríos nuestro futuro.

Tampoco es de recibo la tendencia a crear mesas y consejos varios que se observa. Órganos ya constituidos es lo que sobra, lo que no están teniendo es ninguna actividad estas semanas, por eso, ¿quién se va a creer que esos que los mantienen relegados pueden buscar alguna efectividad articulando otros?

Si al final no son medallas las que sus particulares decisiones les hacen lucir esperarán que esa misma oposición, que han despreciado sin contemplaciones, comparta tácitamente la responsabilidad de aquello que pudo hacerse mejor o que persista en idéntica mansedumbre y haga como si lo ocurrido no fuese objeto de control y revisión de ningún tipo.

Es pues el momento, pasado un mes, de volver, de terminar con esta situación de marginalidad y desubicación de la representación democrática de la ciudadanía, inducida por gobiernos que han sido incapaces de respetar las formas y sumar a la gestión de una crisis mayúscula todas las manos disponibles.

También porque está preocupando a tantos convecinos y ocupando en especial, a aquellos que antes de la pandemia recelaban de estos gobiernos y que ahora más que nunca necesitan sentir cerca el aliento de alternativas serias.