Gijón camina con paso firme hacia la peatonalización de muchos de sus ejes principales. La crisis del coronavirus, que ha impuesto cambios profundos en la movilidad, ha acelerado en apenas dos meses este proceso, una de las prioridades del gobierno local desde que comenzó el mandato hace casi un año. De buenas a primeras, la coalición formada por el PSOE e Izquierda Unida ha adoptado una catarata de medidas encaminadas a desincentivar el uso de vehículos particulares a motor por el casco urbano. Se han cortado al tráfico de manera experimental los dos carriles del paseo del Muro en dirección al centro (desde la glorieta del Piles hasta los Jardines del Náutico), se ha certificado la reforma integral de la calle Santa Elena para priorizar el tránsito a pie y se ha anunciado que los coches tendrán prohibido el acceso a la calle Claudio Alvargonzález y al tránsito de las Ballenas, como poco durante todo el verano, para evitar aglomeraciones y favorecer la instalación de terrazas en una zona con una elevada actividad hostelera. Decisiones todas ellas que están en la línea de modelos ensayados en otras ciudades españolas y del resto de Europa que se han propuesto reducir la contaminación y construir "lugares amigables", expresión apadrinada por los defensores de la sostenibilidad. Pero que han sido tomadas sin diálogo con los colectivos vecinales de los barrios afectados ni con el resto de formaciones políticas.

En paralelo a este auge peatonal a gran escala, iniciado ya hace meses con la avenida de El Molinón, se ha dado un impulso definitivo a los ciclocarriles, que serán espacios compartidos en las grandes arterias de la ciudad para coches y bicicletas, por los que estará prohibido circular a más de treinta kilómetros por hora. El primero, tal y como adelantó LA NUEVA ESPAÑA, empezará a funcionar en cuestión de días en la avenida de la Costa. Poco después, se habilitarán otros en Manuel Llaneza y Pablo Iglesias, y así hasta 29. También informó recientemente este periódico de la inminente creación de un carril único para ciclistas en la calle General Suárez Valdés, uno de los ejes vertebradores del barrio de El Coto, así como de la apertura de un tramo en Muelle de Oriente para salvar la terraza de los Jardines de la Reina.

Aún es pronto para saber cómo afectarán todos estos profundos cambios, que determinarán la vida cotidiana de los gijoneses más que un Plan General de Ordenación urbana o una normativa sobre comercio. Pero ya hay dos certezas. Una es que el gobierno local quiere avanzar sin pausa y, en algunos casos con cierta prisa, hacia una ciudad donde peatones y ciclistas dominen en el espacio público (unas intenciones ya recogidas en la ordenanza de movilidad, pendiente de aprobación). Y la otra es que muchas de estas decisiones se están aprobando sin un pacto previo con el movimiento vecinal, que se considera legitimado como interlocutor. Todas las ideas, incluso las más brillantes, mejoran cuando se debaten.