Como si las terrazas se hubieran convertido en un rectángulo de juego, hay cientos de ojos congregados sobre el escenario de los bares al aire libre de la desescalada. Si ha ocurrido en los partidos de entre semana desde el lunes, a saber qué nos espera en la jornada dominical, a plena solanera, cuando los acusicas de palco domiciliario empiecen a apuntar el dorsal de los infractores del distanciamiento social hostelero y avisen al árbitro policial por el pinganillo del 091.
El problema es que en este momento y en este país hay mucho realizador de balcón emboscado y mucho móvil con vídeo apuntando a los artistas de las terrazas y escrutando, desde las alturas, si las mesas están desplegadas en un 4-4-2 cuando lo sanitariamente aconsejable sería plantarse con tres centrales y "catenaccio" para fortalecer las defensas. No hay carrileros por las alas, que es territorio de la Asturias vacía.
Antes de medir los pasos de la distancia reglamentaria, mostrar tarjeta roja a los que se saltan la norma federativa y desalojar mesas en fuera de juego, los agentes del orden deberían revisar el VAR: no hay terraza en esta ciudad sobre la que no planeen desde esta semana tantas cámaras como en un Oviedo-Sporting retransmitido por Movistar Plus. Si el difunto Michael Robinson levantara la cabeza, cambiaría de nombre su programa: "El ojo que todo lo ve" del desconfinamiento.
Nos ha fastidiado tanto juez de silla y mesa de salón que se erige en árbitro de las actitudes arbitrarias de los demás.
