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El "mester de progresía"

La izquierda maneja con soltura a un ejército de infiltrados en estamentos que generan opinión

Sánchez e Iglesias continúan con paso firme hacia el caos, es decir, hacia su paraíso revolucionario: un país con sus ciudadanos secuestrados en casa o en un caótico sinvivir desescalado, sin controles parlamentarios que les limiten y con una maquinaria mediática comprada que oculta su desastrosa gestión. Cada día dan, conscientemente, un paso más hacia el abismo: de su calamitosa -y, en muchos aspectos, puede que hasta delictiva- gestión de la pandemia, pasamos ahora a sus propuestas diarias para lastrar aún más nuestro difícil futuro. Un día, destruyen el sector turístico con el Ministro de Consumo diciendo que es "estacional, precario y de bajo valor añadido" y con Sánchez anunciando -evidentemente, para que nadie ose venir a visitarnos- que los turistas tendrán que guardar 14 días de cuarentena. Otro día le dan la puntilla al comercio, prohibiendo las rebajas. Al día siguiente, anuncian impuestos para las grandes fortunas para que todo el que pueda invertir o crear actividad económica eche a correr€ Y cuando no hay ocurrencias, sacan a sus perros de presa para convertir en un escándalo, por ejemplo, el alquiler del apartamento de Ayuso, cuyo coste está a años luz de lo que este Gobierno pagó en dudosas adjudicaciones para comprar test falsos, lo que, milagrosamente, pasó desapercibido en los medios. Y no pasa nada. El país sigue en silencio, subyugado; y el "mester de progresía" hace su trabajo lavándole la cara a este Gobierno en los medios de comunicación.

El "mester de progresía", contrariamente a los medievales de juglaría y clerecía, no es una escuela poética. Es más prosaico: una multitudinaria red de activistas infiltrados -como los agentes durmientes- en la sociedad y, principalmente, en los estamentos que generan opinión. Cuando no pasa nada, van retozando su servidumbre ideológica disfrazándola de cultura, ingenio y bonhomía. Pero, cuando la causa llama, afilan las armas y se ponen sumisamente a la labor de lavarle la cara a esa izquierda radical - la izquierda a secas ya no existe, ha sido fagocitada por la extrema- que siempre, haga lo que haga, es buena y, por supuesto, en contra de esa pérfida derecha que tiene el mal como signo vital. El "mester de progresía" es el refugio de los progres que viven como los mejores conservadores y que, para cumplir su sueño de recuperar su utopía juvenil, son capaces de aceptar pasar de ser juglares de la izquierda moderada (que les venía como anillo al dedo) a servir a la izquierda radical por el mismo miedo a que les tilden de fachas y huyendo de la urticaria ideológica que siempre les produce la derecha. Dejando a un lado los medios de parte reconocidos (televisiones compradas y radios y periódicos nacionales claramente vinculados a un partido), si tenemos la paciencia de revisar los restantes veremos que hay una aplastante mayoría de comentaristas, articulistas, tertulianos€ que militan activamente en el "mester de progresía".

Y son activos militantes que van generando con sus opiniones un orbayu que va calando en las audiencias con la intención de generar estados de opinión favorables a la extrema izquierda que nos desgobierna. La clave está en no centrar nunca el foco en la penosa gestión de la izquierda radical: cuando el Gobierno mete la pata, se dice y se escribe que la culpa es de Rajoy; cuando el Ejecutivo no da ni una, se acusa a la oposición de no dar alternativa; cuando las da, se habla de los males de la extrema derecha, por supuesto, más demoníacos que los de la extrema izquierda, aunque no cuestione, como ésta, nuestra Constitución, nuestras instituciones y las bases de nuestra convivencia democrática. Hay cientos de ejemplos diarios y cada uno de ellos muestra contundentemente que el centro derecha tienen perdida la batalla de los medios de comunicación y no precisamente -al menos, no en todos los casos- por culpa de esos medios. ¿Dónde están sus activistas? ¿Por qué no escriben, hablan, participan en tertulias€?

Es verdad que la extrema izquierda no necesita realizar muchos esfuerzos porque el "mester de progresía" no necesita incentivos, sólo responde a la motivadora idealización de sus trasnochadas utopías de juventud. Pero el centro derecha carece de ese ejército de convencidos y debería buscar opciones para empezar, al menos, a plantear alternativas mediáticas a la hegemonía de la nueva izquierda radical. Un ejemplo: el "mester de progresía" lleva meses echándole en cara a Casado que critica sin plantear alternativas. El martes, presentó su "plan de choque para activar España". ¿Cuántos medios lo recogieron con la adecuada relevancia, aunque fuera para criticarlo? Unos fugaces segundos en alguna televisión y pocas radios, dos columnas perdidas en los periódicos€ Y pasó a la historia.

Casado tiene mucho que demostrar, pero la batalla mediática la tendrá irremediablemente perdida como no asuma que cuando no puedes acceder al todo, debes ir conquistando las partes. Tiene presidentes de comunidades autónomas, alcaldes, concejales y cientos de afiliados y simpatizantes con proyección social€ ¿dónde están? ¿Por qué no salen ellos a trasladar y defender sus planes y mensajes en los territorios donde tienen la posición y el reconocimiento suficiente para acceder a los medios de comunicación? Ya sé: unos no están de acuerdo con Casado; otros, prefieren no mojarse, por si acaso; los de más allá, no son de la cuerda de los que están y sólo reciben collejas de estos; y los restantes piensan que lo nacional les queda lejos. Pero eso no hace más que demostrar que el problema es enteramente responsabilidad de un centro derecha sin carácter, sin convicciones, sin sentimiento de pertenencia, sin lealtad de integración y sin capacidad de reacción para construir la alternativa política y económica que este país necesita frente a la extrema izquierda de Sánchez e Iglesias.

Y es triste porque parece que todo nos conduce sin remedio a la tormenta perfecta contra nuestro futuro. Sánchez es insaciable: ahora quiere un mes más de estado de alarma para seguir imponiendo su particular dictadura. Aunque, al final, se conforme con 15 días (es posible que esa rebaja sea, si necesita sus votos, su nuevo caramelo envenenado para un Ciudadanos que siente casi el mismo atractivo vértigo que los del "mester de progresía" cuando se acerca a la izquierda e idéntica aversión cuando lo hace a la derecha) serán demasiados porque le permitirán llegar a septiembre - en junio termina el periodo de sesiones en el Congreso- sin rendir a nadie cuenta de sus desnortadas decisiones. Es la dictadura del caos, en la que Sánchez e Iglesias se sienten dueños y señores del país y de su supervivencia personal.

Pero en España hay una legión de personas que necesitan una alternativa para canalizar su cabreo, su sufrimiento, sus problemas y sus expectativas y que merecen contar con una opción política que les represente y que defienda su futuro y el de sus hijos más allá del horizonte del subsidio de la extrema izquierda. Y Casado y todos los representantes del PP deben asumir su responsabilidad, dejar aparcadas sus habituales guerras internas y bajar a la arena para fajarse día a día, pueblo a pueblo, ciudad a ciudad, sumando -qué difícil es eso siempre para la derecha-, para dar forma a esa alternativa imprescindible que este país necesita por encima de las personas y hasta de las ideologías. La batalla contra el desgobierno de la izquierda radical hay que darla en todos los frentes: por supuesto, en las instituciones y en los tribunales (más -muchos más- de 27.000 muertos, 50.000 sanitarios infectados y una calamitosa gestión merecen Justicia), pero, sobretodo, en la calle, en los medios y en todos los escenarios que permitan hacer llegar a los españoles una alternativa solvente a este desmadre.

La extrema izquierda, y su ejército de acólitos, no se defienden, sólo quieren destruir cualquier alternativa. Y lo triste es que el PP, Ciudadanos y Vox parecen jugar a facilitarles la tarea.

P.D. ¡Qué hermoso y emotivo suplemento ayer de LA NUEVA ESPAÑA en homenaje a los fallecidos por el coronavirus! Recordar a las víctimas es una obligación moral, social y periodística. Y toda una declaración del compromiso de un medio, por encima de todo, con la verdad y con sus lectores.

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