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Javier Cuervo

Un millón

Javier Cuervo

La terraza como paraíso

Todavía seguimos rehenes en la estación de la primavera tomada por el covid-19, que tiene nombre de grupo armado y actúa como tal. Cuanto más se acerca el verano menos se ve cómo será y más parece que debajo de la playa estarán los adoquines. El verano 2020 que se avista a un mes de llegar puede acabar siendo un espejismo o una pesadilla bufa con acomodadores de playa con librea y bañador.

En este entretiempo entre visillos, este pasillo de puertas cortafuegos que son fases, parece que el paraíso es una mesa y unas sillas en la calle y alguien que sirva líquidos para hidroalcoholizarse en compañía, goticular contra el Gobierno o la oposición y fumar con guantes puestos, mascarilla levadiza y todas las precauciones para no coger la neumonía coronavírica.

Como principal demostración del cambio de fase, territorio piloto de la desescalada, lugar bajo el sol y palmo de tierra en que sentarse vivo, la terraza del bar es ahora el ideal de gasto en la calle para el país que tiene el ideal de inversión en la casa. La terraza, que se ha convertido en el ejemplo de la actividad privada en un país turístico de fronteras cerradas, ofrece plazas libres y vacantes a la sociedad de las oposiciones multitudinarias en las que se accede al empleo estatal por un polideportivo. La terraza convoca una amplia oferta de puestos de ocio a la nación del desempleo al 20 por ciento y rampando.

La terraza es la medida de la cercanía humana respetando la distancia interpersonal, el escenario de la vida social con más público para llevar la mascarilla de la felicidad y el altavoz que contradice la unanimidad en el gusto gourmet por el silencio confinado. La vida a la que vamos tiene toda la rareza de la normalidad y menos dinero. Otra vez.

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