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¿Cambiará el mundo?

En El reino del cielo hay una secuencia en la que el protagonista viaja a Tierra Santa desde Mesina, durante siglos clave del comercio marítimo en el Mediterráneo. El trasiego de cruzados llegaría hasta la caída de San Juan de Acre, pero genoveses y venecianos siguieron haciendo negocios en la Ruta de la seda y también con las rutas marítimas que desde Oriente traían las especias hasta las arenas de Arabia.

En 1347 doce galeras genovesas llegaron a Mesina. Sus tripulantes venían en peores condiciones que los compañeros de Elcano tras la circunnavegación. Procedían de Caffa, una ciudad en Crimea que los mongoles habían intentado vanamente asaltar diezmados por una carga viral que viajaba con las pulgas y parásitos que les acompañaban desde los desiertos de Asia Central.

Era la misma peste negra que viajaba en las galeras genovesas y durante muchos años Europa, aterrorizada, asistió al derrumbe de su economía. Venecia perdió el 60% de su población, Florencia más del 30%; parecida mortandad a lo largo y ancho del continente. El cambio fue tan brutal que dio nacimiento a un nuevo mundo, aunque de forma más pausada que cuando Castilla alumbró el Nuevo Mundo.

Las potencias comerciales, con la caída de la Ruta de la seda, tuvieron que reinventarse, a mayores precios claro. La mano de obra europea, casi desaparecida, multiplicó sus salarios, lo que llevó al aumento de los precios de las Commodities, el trigo especialmente, y a enormes procesos inflacionarios. Desaparecieron fortunas y empezó el amanecer de otras; Silvestre de Medici alcanzaría en 1378 el cargo de Gonfaloniere de Florencia dando lugar a una saga histórica que estaría detrás del Renacimiento.

En España la peste aceleró el fin de los malos usos sobre los palleses de remensa catalanes, también la llegada de capitales italianos y alemanes, y el impulso de la navegación que llevaría a América. Hablamos del cambio del Mundo, algo provocado indirectamente por aquella peste llegada de Asia.

Hoy es un coronavirus el llega de allí, y probablemente dé como resultado unos cambios sustanciales en nuestra forma de vida actual. No me imagino a los asturianos compartiendo el vaso de sidra y con ello va nuestro tradicional alterne y la economía derivada. El turismo global no saldrá indemne, tampoco la globalización como sistema creo que se mantenga igual. Todo lo relacionado con la salud se verá desde un prisma más nacional. La incipiente reruralización es posible que se acelere, como el teletrabajo y las tecnologías de la comunicación.

Esos 250 esquiladores recién llegados desde Uruguay para esquilar ovejas españolas son como una alegoría de un mundo que está a punto de desaparecer.

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