Opinión

Toli Morilla

Solo de trompeta Un selfi del mundo

Alegre con morritos y musculitos, sin liberar al hombre de la esclavitud

Vincent, fue un gran autor de selfis. La contemplación de cualquiera de los autorretratos de Van Gogh es una experiencia que deja profunda huella. Tuve la suerte y la oportunidad de recrearme, estático, abrumado y por momentos fuera de mí, con uno sus más conocidos selfis: El autorretrato colgado en el Museo d'Orsay, en París. La profundidad de campo, sin campo, son volutas centelleantes verde azul aguamarina que rodean el plano medio corto que forma la composición. Llegó a producirme algún mareo. La emoción, en grado supremo, puede producir alucinación.

El caso es que, la fuerza de la pincelada y la gama de colores alteraron mi percepción hasta tal punto que llegué a ver movimiento sobre ese objeto estático con la iluminación no resuelta.

Quizá, fuera eso. La iluminación siempre es difícil, ya sea en París, la ciudad de la luz, o en el Museo Nicanor Piñole de Gijón. Pero no. Su alma, si alguien cree aún en lo profundo del ser humano estaba allí como mis ojos.

Arduo trabajo mostrar la contradicción, la esencia, la personalidad múltiple, la evolución o el deterioro. Gritar en soledad. ¿Esto soy yo? Queredme. Deseo entregaros mi amor. Representarse a si mismo deformado, camuflado, afligido o triunfante no pretende agradar al común.

El autorretrato es un reto. Vincent, con unas cuarenta y tres versiones de si mismo catalogadas, dijo en una ocasión: "Busco una semejanza más profunda que la del fotógrafo". Sin embargo, Manuela Mena, máxima autoridad en Goya del Museo del Prado dice que, "los artistas son muy vanidosos y el autorretrato es propaganda". ¿Será cierto? Casi parece que hable de cualquiera que, hoy en día, posea un teléfono móvil. Y en esas estamos. El selfi del mundo se representa alegre con morritos y musculitos, triunfante, con sus máquinas inteligentes que sin liberar al hombre de la esclavitud del trabajo lo condenan a una dependencia cada vez mayor. El autorretrato del ser humano se parece al retrato de Dorian Grey, o a la fealdad de un selfi de Francis Bacon sin honestidad. La felicidad obligatoria o la fiesta que anuncia la tragedia diaria. El no nos moverán de los balcones cuya esperanza buenista no está exenta de ternura. La propaganda del músculo del Estado convirtiendo en héroes a los que maltrata con sueldos de vergüenza y a los que se ven despojados de su dignidad al servicio de lo público. La resistencia nerviosa del miedo a morir.

El solo de trompeta de hoy: Miles Davis en "Ascensor para el cadalso".

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