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Las esperas tristes

Aquello que paraliza y encierra en un tipo de suspensión pesimista

La tristeza es una emoción que aparece a menudo vinculada a los estados de espera. No a todos, claro, algunas esperas traen nerviosismo, alegría y excitación al poder anticipar algo potencialmente placentero. En este tipo de esperas, las alegres, el sujeto imagina y anticipa los posibles escenarios de lo que va a ocurrir y al imaginarlos los saborea, se prepara para escenas distintas. Algo que solemos llamar "esperanza" media este proceso. Y la esperanza es vitalista, surge del conocimiento de nuestra capacidad para navegar aguas distintas, de nuestro deseo de experimentación. En las esperas felices, estar movidos por la esperanza no implica necesariamente el creer en esa construcción humana que es la idea de futuro. Y menos instrumentalizar nuestro presente como si fuese una realidad sacrificable al servicio de "un futuro mejor". Pero el cuerpo esperanzado del que me interesa hablar aquí está lleno de vida, goza de sus recursos, aún le quedan ganas, percibe el futuro como un horizonte ambiguo, que será capaz de navegar en cualquiera de sus formas.

Las esperas tristes, sin embargo, palidecen de esperanza. Tienen que ver con la experiencia de un contexto represivo, determinante, no receptivo o abierto a los trabajos de nuestra imaginación. En las esperas tristes, desesperanzadas, el corazón se rompe. Tal vez primero con cierta pasión, en un estallido donde el dolor, aún deseante, confía secretamente en un cambio de baraja, en posibles resoluciones y giros a su favor. El corazón roto, si apasionado, guarda la esperanza como impulso vital: "Esta realidad que vivo ahora y que me daña aún es revocable, va a cambiar, puede hacerlo". "Ella vendrá a buscarme, reconocerá haberse equivocado, me amará dulcemente".

Sin embargo, en las esperas tristes la pasión va abriendo paso al desgaste. Percibimos la situación en la que nos encontramos como una donde no es posible actuar, donde ni desde la mejor de las voluntades podríamos cambiar el orden de las cosas. Estar atrapadas en una espera triste significa que la posibilidad de acción no depende de nosotras sino está en el terreno del otro, de lo otro. El impulso creativo, si todavía existe, no puede ya dirigirse hacia el afuera, no crea vínculos y mundo, sino que se limita al acto reflexivo de explorar esa tristeza.

No merece ser esperado aquello que nos paraliza y nos encierra en este tipo de suspensión pesimista. Una suspensión que es de algún modo la muerte lenta de nuestras potencias, nuestra capacidad de dar, de ser. Cuando nos reconocemos atrapadas demasiado tiempo en una espera triste es necesario cambiar la mirada, la dirección del cuerpo, e iniciar el movimiento hacia otro lado. Saber que será necesario reevaluar el valor de aquello que esperábamos, sacarlo del cofre de los tesoros y darle un lugar cualquiera, entre todas las otras cosas.

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