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LNE FRANCISO GARCIA

Billete de vuelta

Francisco García

Hacer política de playa

En este momento de zozobra sanitaria, se hace preciso reivindicar la playa como espacio público de integración. Con todas las medidas de protección y seguridad que sean precisas para evitar contagios, en Asturias no se le pueden poner puertas al mar ni freno al deseo incontenible de un chapuzón en cuanto el sol asoma o barre las nubes el soplo del Nordés. Menos aún en esta ciudad portuaria y costera: ¿cómo no van a ser adictos al Tostaderu los gijoneses si su arenal señero lleva el nombre de un mártir sometido al suplicio de la parrilla?

La playa es un invento burgués y, por tanto, clasista. Y en parte también un descubrimiento medicinal y terapéutico en cuanto que estación balnearia de otros siglos, como certifican los restos a bajamar de los pilotes de madera de Las Carolinas. Hoy, sin embargo, los arenales se han convertido en escenarios democráticos que acomodan, sin distinción de edad ni condición, a representantes de todas las capas sociales. En bikini o bañador todos somos iguales al escrutinio de las olas, salvando las distancias de michelines y lorzas.

En mayo del 68 hizo carrera, entre la estudiantina de París, una frase lapidaria: "Bajo los adoquines, la playa". En las vísperas del verano de 2020, en medio de una crisis sin precedentes para generaciones enteras de españoles, conviene reclamar la playa política como lugar de encuentro y concordia y enterrar los adoquines como arma arrojadiza de una clase dirigente desnortada que trata de pescar en el río revuelto de las redes utilizando los muertos como carnaza y que ni escucha ni entiende entre tanta percusión de cacerolas. Que empeño de gobernantes y opositores en esconder sus vergüenzas, si hasta la desnudez está socialmente aceptada en la playa.

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