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Pita da Veiga y Cassola

Sobre la dimisión del coronel de la Guardia Civil Pérez de los Cobos

El título exige explicación desde el inicio, y es lógico puesto que son nombres que están en los libros de historia. El primero era el Ministro de Marina cuando Adolfo Suarez decidió legalizar la existencia del Partido Comunista de España y el almirante Gabriel Pita da Veiga, franquista hasta la médula, decidió dimitir e irse a su casa, desapareciendo de la vida política de la nación.

Viene a cuento porque desde entonces no habíamos tenido ninguna dimisión en la milicia y esta mañana se ha producido este hecho insólito para los anales modernos de la vida militar española. El general jefe de la Guardia Civil ha dimitido ante lo que ha considerado un abuso y presión política inaceptable para quien manda militarmente el Cuerpo, el cese del coronel jefe de la Comandancia de Madrid, el coronel Pérez de los Cobos cuya falta ha sido cumplir escrupulosamente con su deber. La prensa de todo tipo se ha lanzado a la noticia como una crisis Guardia Civil-gobierno, acrecentado todo ello por la reacción entre cínica y negacionista del señor ministro del ramo, dejando de lado que el problema, una vez más, está en el intento del gobierno de turno de controlar a la justicia, algo que para la ciudadanía debiera ser mucho más importante que el honor, asegurado por otra parte, de dos intachables servidores de la nación.

El segundo nombre pertenece al general Manuel Cassola que allá por el lejanísimo 1888, siendo ministro de la Guerra presentó un rompedor proyecto de reforma del mismo que nunca fue aprobado pero cuyas propuestas serían asumidas e implementadas algunos años más tarde por otros gobiernos. Sus reformas eran tan profundas para la época que él ha pasado a la historia como "el reformador".

El general Cassola no era un cualquiera; de familia humilde había sido capaz de formarse concienzudamente a lo largo de su carrera, a la par que desplegaba en primera línea de combate en los distintos escenarios que le cupo afrontar, especialmente en Cuba, donde estuvo destinado varios años y fue el responsable de la creación de unidades de especial eficacia como las guerrillas volantes, muy temidas por los mambises.

En el preámbulo de la ley, decía el general Cassola, que "la justicia debe imperar en los ejércitos de modo que nadie tenga que esperar del favor ni temer de la arbitrariedad", y esto lo manifestaba en 1888. Por eso me vienen hoy a la memoria esos dos oficiales generales de distintas épocas, porque ayer un coronel de la Guardia Civil sufrió la arbitrariedad en su persona y hoy un teniente general no pudo o no quiso soportarlo.

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