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Riego y el mito de las dos Españas

La situación política de España y el recuerdo del Trienio Liberal

"Españolito que vienes al mundo te guarde Dios. Una de las dos Españas ha de helarte el corazón". Estos versos de Antonio Machado, tan conocidos gracias a Serrat y a Sabina, nos recuerdan que no siempre, cuando se repiten situaciones históricas, la primera vez ocurren como tragedia y la segunda vez como farsa, como creía Carlos Marx, cuando tomaba a Napoleón III como ejemplo de mala imitación del Napoleón emperador. Mientras en la sociedad civil se ha superado, en buena medida, el mito de las dos Españas, y, ahora mismo, en cualquier tertulia, conviven sin ningún problema, amistosamente, personas de todas las ideologías y rarezas, no sucede así en el ámbito político. Basta oír a Cayetana Álvarez de Toledo, portavoz del PP en el Congreso, culpar a otros diputados de sus antecedentes familiares, y a Pablo Iglesias sospechar de tentaciones golpistas en la extrema derecha, para situarnos, de repente, en las discusiones de hace dos siglos, en la efemérides del Trienio Liberal, 1820-1823, que ahora celebramos. Juzgar a estas alturas a otra persona por su estirpe suena a otro tiempo, un poco a pantomima. Igual Marx tenía algo de razón, y la repetición de una situación histórica siempre tiene algo de farsa: ¿cómo se puede culpar a nadie de lo que hayan podido hacer sus antepasados? Hay algo de tragedia, también, en la pervivencia del mito de las dos Españas y en el tono tan bronco de las discusiones parlamentarias.

La presencia del coronavirus no nos permite la conmemoración plena de algunos aniversarios, como el 250 º del nacimiento de Beethoven, con gran número de conciertos suspendidos en toda Europa. Pero sí podemos reivindicar el destacado papel de un buen número de políticos asturianos de hace doscientos años, dignos continuadores de nuestros grandes ilustrados: Campillo, Campomanes y Jovellanos, tal como nos muestran historiadores eminentes, como Miguel Artola y Gil Novales. La fortuna, que nos permitió contar con un gran rey en el siglo XVIII, como Carlos III, nos fue adversa, después, con Carlos IV y, sobre todo, con Fernando VII, el rey felón, quien consolidó la existencia de las dos Españas, cuyo mito tiene vigencia hasta nuestros días.

Una de las causas que explica la profusión de asturianos eminentes entre los ilustrados del siglo XVIII y, después, durante el XIX es, probablemente, que Asturias contaba con una de las dos únicas Universidades, con la de Santiago, que había en el norte de España, a la que hay que añadir otras instituciones, como el Instituto Asturiano de Jovellanos y el Colegio San Pelayo de la Universidad de Salamanca, fundado por Valdés Salas, y que estatutariamente debía tener un número mayoritario de colegiales asturianos . Entre los asturianos protagonistas, hace dos siglos, de la vida pública española, además de Riego podemos citar a Flórez Estrada, Conde de Toreno, Martínez Marina, Argüelles, Mon, Evaristo San Miguel, Canga Argüelles, Marqués de Santa Cruz, Rodríguez del Busto, Salas Valdés, Domingo Somoza, Vega Infanzón, Inguanzo, etc. Muchos sufrieron el exilio, en Inglaterra o en Francia, aunque el ejemplo máximo de persecución y condena a muerte injusta fue Riego, uno de los españoles más vilipendiados de nuestra historia. Fue acusado, en primer lugar, de aventurero sin una ideología clara. Sin embargo, después de permanecer cinco años de cautiverio en Francia, tras la Batalla de Espinosa de los Monteros, y ser condecorado con la medalla de "sufrimientos por la patria", manifestó siempre: "Los que conocemos los derechos del hombre debemos despreciar la vida cuando está sujeta a ignominiosa esclavitud". Fue acusado de enriquecerse, "los caudales disiparon, con que ellos se enriquecieron" canta la copla, cuando vivió siempre austeramente, rechazando la concesión de una pensión vitalicia transmisible a sus descendientes. Fue acusado de buscar a toda costa el ascenso a general, cuando todavía era teniente coronel. Y sin embargo figura en su biografía militar que rechazó reiteradamente el ascenso a general, mientras pudiera ofender a sus compañeros de promoción.

Aunque los "méritos" de Fernando VII igualaban y superaban a los de Carlos I de Inglaterra y a los de Luis XVI de Francia, el grupo de liberales que, con Riego, acompañaban al rey de España en Cádiz poco antes de producirse la entrada de los cien mil hijos de San Luis, rehusaron conceder al rey de España el mismo "honor" que habían alcanzado los citados monarcas de Inglaterra y Francia. Poco después, Fernando VII patrocinó, en cambio, la condena y ahorcamiento de Riego en la plaza de la Cebada de Madrid. Así paga el diablo a quien lo sirve. Para Gil Novales, "Riego representa los impulsos revolucionarios más nobles del pueblo español". Pérez Galdós tomó por contra partido por Alcalá Galiano, quien, frente a Riego, pretendía liderar a los liberales españoles, sin apenas más mérito que ser hijo de uno de los héroes de la batalla de Trafalgar frente a los ingleses. Posteriormente, tuvo Alcalá Galiano un fin miserable, al encabezar la represión frente a la libertad de cátedra, promoviendo la salida de la Universidad de buena parte de los profesores vinculados a la Institución Libre de Enseñanza. En esta época nuestra de los "fake news" calumniosos, Riego representa la destrucción de un gran prestigio personal a través de una continuada campaña de difamación por parte de sus adversarios políticos, con la especial colaboración del rey Fernando VII. Significó así, hace dos siglos, la presencia europea, la invasión de los cien mil hijos de San Luis, que acabaron con el Trienio Liberal y facilitaron el ahorcamiento de Riego, símbolo de la libertad, por el rey felón Fernando VII. Hoy, por el contrario, la cobertura de Europa puede y debe ayudarnos a superar las crisis sanitaria y económica, y ser una garantía de buena salud para el futuro de nuestra democracia.

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