La Nueva España

La Nueva España

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Había una vez

Los políticos que convierten su noble actividad en un mal espectáculo circense

Hace unos años, presenté en el Club Prensa Asturiana de LA NUEVA ESPAÑA el libro de un relevante político de aquel entonces, hoy caído en desgracia y fuera de la actividad pública, en su momento atacado por fuego enemigo? y amigo. En mi presentación, dije que estaba allí como escritor, no como político, algo que inmediatamente rebatió, cortando en seco mi intervención, ya que, según expresó de forma contundente, "la política es una actividad muy noble y me siento muy orgulloso de poder participar en ella".

Y sí, la política es una muy noble actividad?, siempre que se ejerza con responsabilidad, con coherencia y con honestidad, como la mayor parte de las profesiones, y es aún, si cabe, más noble la política porque es un servicio público en el que se pretende el bienestar de los ciudadanos, y hay muchos políticos que han ennoblecido, con su trabajo, su esfuerzo y su dedicación, la "res publica", fundamentalmente los que llevan a cabo esta labor en el ámbito más cercano y aquellos que, incluso, dieron su vida en los momentos más difíciles y convulsos.

Pero también es una actividad muy noble la relacionada con el mundo del circo, siempre con el deseo de realizar, también, un servicio público, como es el de sacar sonrisas e ilusionar a grandes y pequeños. ¿Y a cuento de qué viene esta comparación? Voy a ver si me explico.

La pasada semana la actividad política, a nivel nacional, no fue una noble actividad; más bien, un espectáculo circense?, pero malo. Entonces, viendo lo que vi y escuché en sede parlamentaria a nuestros "padres de la patria", y sumándolo a lo que viene siendo muy frecuente en los últimos años, reflexioné en torno a la política y a los políticos actuales, muchos de los cuales han convertido esta noble actividad llamada "política" en un espectáculo más propio del circo, pero, como dije anteriormente, un mal espectáculo.

Un espectáculo en el que caben la mayor parte de las actividades circenses, en donde hay "fieras", que sacan sus garras en cualquier instante y con enorme fiereza; hay también "equilibristas", que se mantienen en el escenario político, año tras año y pese a su fragilidad intelectual, haciendo auténticos equilibrios; o "magos", que se sacan de la chistera soluciones milagrosas y siempre con trucos; también, "contorsionistas", que a veces colocan sus cabezas (con sus correspondientes cerebros) en los pies; también hay "escapistas", que huyen de cualquier responsabilidad (en la política española el verbo "dimitir" se usa muy poco); por qué no hablar de los "ventrílocuos", que ponen la voz de quien dicta las consignas, no de su conciencia; y, ¡cómo no!, están también los entrañables "payasos", los que nos hacen reír por no llorar? ¡Ah!, también hay políticos con mayúsculas, seguro, que hacen el papel de ese público infantil que acude al circo, políticos que asisten al espectáculo con vergüenza, pero que están atados de pies y manos por la llamada "partitocracia", y a los que yo, humildemente, les pido dignidad, también con mayúsculas, porque, a veces, es mejor una retirada a tiempo que una salida a destiempo.

Sí, viendo lo que vemos últimamente en la política de nuestro país, esto se parece más a un circo que a aquella "noble" actividad de la que hablaba al principio, pero a un circo que no termina con una sonrisa, sino con la triste cara del payaso, ese payaso triste que, tal vez, ya no sabe ni darnos ilusión ni hacernos reír.

Compartir el artículo

stats