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Camilo José Cela Conde

Incompetencia

Las normas del ministro Castells para la prueba de acceso a la selectividad

Para mí que los ministros que forman parte del Gobierno han debido caer en una especie de carrera acelerada en busca del título de incompetente supremo, muy anhelado hoy. Se trata de una competición difícil, habida cuenta de la altura a la que han colocado el listón el vicepresidente Iglesias y el presidente Sánchez desde el momento en que el segundo superó los insomnios causados por el primero y optó por el matrimonio de conveniencia. Pero hay que reconocer que sus excelentísimas señorías se han esforzado hasta el extremo de lograr victorias de etapa loables. Destaca, entre ellas, la del ministro de Consumo, Alberto Garzón, al sostener que el del turismo es un sector de poca importancia y prescindible en España.

Lo que sucede es que la pandemia se llevó por delante todas esas medallas. Gracias al coronavirus del demonio, un ministro que parecía destinado a sestear durante toda la legislatura, habida cuenta del vacío de competencias de su cartera, y que se sentaba en el consejo como pago de la cuota a los socialistas catalanes, tuvo la oportunidad de destacar como nadie demostrando lo mucho que sabe de la gestión de epidemias un licenciado en Filosofía. Salvador Illa dispuso día a día desde el 8 de marzo -y sigue disponiendo ahora- de una tribuna capaz de actuar como altavoz perfecto para demostrarle al mundo entero lo que vale. Se le podía dar garantizado el puesto más alto del podio de la incompetencia, así que cabe entender hasta qué punto la envidia hizo salir de sus compañeros de mesa iniciativas desesperadas para poder superarle en el acelerón final.

Con maravillas como la de Fernando Grande-Marlaska echando, desde el mando y ordeno del Ministerio del Interior, al coronel de la Guardia Civil Pérez de los Cobos por negarse a cometer un delito: el de pasar al ministro los informes de la Policía judicial. Teniendo en cuenta que Marlaska era antes un juez notable, la hazaña es gigantesca.

Pero no demos la partida por terminada. A Illa y a Marlaska les ha salido una amenaza. La del ministro de Universidades, Manuel Castells, que debía de sentirse bien frustrado habida cuenta de que las aulas han estado cerradas durante todo el estado de alarma impidiéndole hacer disparate alguno. Pues bien, la oportunidad se le ha presentado con el examen de selectividad. Todas las comunidades autónomas, que son las que tienen las competencias universitarias, esperaban del Ministro las normas para celebrar tales pruebas en las condiciones tan peculiares en las que nos tiene metidos la desescalada. Pues bien, Castells ha logrado alcanzar el pináculo de la incompetencia de la forma más cómoda: sin hacer nada. Ha cogido las recomendaciones básicas -es decir, tan ambiguas como inútiles- de Sanidad y Educación de hace un mes, les ha puesto el sello de Universidades y las ha hecho circular de nuevo. Chapeau.

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