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EL CLUB DE LOS VIERNES

¡Sí a los bables! ¡No a la llingua!

En contra de la cooficialidad

Una de las cuestiones más apasionantes y más envidiables de Asturias es su gran riqueza lingüística, y digo riqueza lingüística por la variedad de expresiones, modismos y sufijos que son empleados en Asturias. Tan variopintos y diferentes de unas localidades a otras. Hablas con ricos matices y desviaciones de unas comarcas a otras. De los aumentativos gijoneses (Escalerona, Molinón, Acerona, etc.) a los diminutivos ovetenses (Oviedín, Escorialín, Campillín, etc.). Esa riqueza expresiva obedece a una gran libertad oral y espontaneidad, a la capacidad para incorporar expresiones y sufijos tan rica como lo es su gastronomía. Esa riqueza oral se debe a la ausencia de una gramática que embridara esa gran casuística, mutaciones y derivaciones del español común y popular libremente adoptado por el paisanaje, cada uno a su bola, a su libre albedrío. Una especie de anarquismo lingüístico, la libre expresión oral convertida en bables y falas. Ahora pretenden construir un idioma impostado sobre la base de una gramática inventada por ideólogos travestidos de filólogos. En Asturias lo que se habla es un español con multitud de pequeñas variantes dispersas y diversas. Lo extraordinario de Asturias es que cada uno habla como le da la gana pero todos nos entendemos a la perfección, donde nadie -hasta ahora- tenía la capacidad para decidir si la manera en la que uno hablaba era correcta o incorrecta. Si uno hablaba "bien" o "mal", todos hablábamos bien porque hablábamos como nos daba la gana y todos nos entendíamos sin problemas. Podías acabar una palabra singular del masculino en "o" o "u" y las del femenino en "a" o "e" según te apeteciera y todo estaba igual de bien (o mal) dicho. Ahora hay unos señores cobrando jugosos sueldos y subvenciones públicas para decirnos cómo les gusta que hablemos, cómo tenemos que hablar y a eso le llaman "llingua".

El auténtico "asturiano" es el español hablado en Asturias, un español a la remanguillé, una versión libre del español, sin reglas, ni normas. Ahora quieren fijarlo, establecer una versión oficial. Ya no vale que cada cual hable según Dios le dio a entender, quieren poner fin a esa deliciosa anarquía creadora que ha enriquecido el patrimonio cultural asturiano. La llingua, ese engendro falso y artificial, llevaría a uniformar todos esos modismos del español hablado en Asturias, creando una lengua artificial que hoy no existe en la sociedad asturiana. La llingua y la cooficialidad son el mayor enemigo de los bables contemporáneos y de la riqueza oral asturiana. Esos bables, en cuanto orales y no sujetos a rígidas gramáticas, son elementos vivos y adaptables a los tiempos y a los usos sociales, una herramienta al servicio de la libertad de los individuos, no un corsé. Sirven a las personas. El engendro de la llingua, por el contrario, no sirve a los asturianos, sino que se sirve de ellos, los somete para beneficio de unos cuantos aprovechados que quieren privilegios laborales para tener ventaja en las oposiciones.

A esta forma peculiar de hablar se les llamó bables, en plural, porque así como los idiomas escritos sí gozan de uniformidad y gramática, los bables son meramente orales, son formas singulares de expresarse al margen de convencionalismos e imposiciones. Convivía el lenguaje escrito en español académico con la libre expresión oral en forma de bables o falas es decir, de "hablas", que no "escritas". Bable viene de balbucear, de hablar. Los bables actuales son la manera peculiar de expresarse que tienen los asturianos y que varían según la localidad, incorporando pequeños giros y un puñado de expresiones y deliciosas entonaciones pero que, en modo alguno, constituyen una lengua, un idioma. Son jergas territoriales sin entidad. La singularidad asturiana consiste en ser una sociedad lingüísticamente libre y creadora. Todo ello está hoy amenazado por el rodillo llingüista de la cooficialidad, que pretende uniformar y acabar con la riqueza oral asturiana para imponer un Frankenstein lingüístico que aprisionaría a los asturianos, haciéndoles perder la riqueza expresiva de la que hoy gozan. Simultáneamente ese engendro sirve de Caballo de Troya al nacionalismo de corte filobatasuno y cercena la incorporación de nuestros hijos a un mercado laboral cada vez más global y competitivo para encerrarlos tras el Pajares con su alambrada llingüística.

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