La alcaldesa de Gijón, Ana González, hizo el pasado domingo en una entrevista concedida a LA NUEVA ESPAÑA un doble anuncio con una enorme relevancia para el futuro cultural de la ciudad. Por un lado, se pronunció públicamente por primera vez sobre su plan de usos para Tabacalera. Dijo que acogerá un centro de creación centrado especialmente en los jóvenes, una pequeña pinacoteca, una sala de artes escénicas y las oficinas de certámenes como el Festival de Cine (FICX) y la Feria Europea de Artes Escénicas para Niños y Niñas (Feten). Además, desveló que la crisis sobrevenida por el coronavirus le ha obligado a aparcar su ambicioso proyecto para reordenar todos los equipamientos culturales, que preveía convertir el Antiguo Instituto Jovellanos en el gran museo del concejo. Estas revelaciones han dejado claro que una parte importante de las valiosas colecciones locales seguirán durmiendo el sueño de los justos en naves industriales o expuestas en estancias poco adecuadas, como la Casa Natal de Jovellanos. Pero también han abierto la puerta a que el edificio de Cimadevilla, con una rehabilitación aún pendiente de rematar, esté a disposición de los ciudadanos lo antes posible, probablemente en este mandato o principios del siguiente. Retrasar de nuevo su puesta en marcha por conflictos políticos o vecinales sería una burla a los gijoneses, que llevan más de 15 años esperando para disfrutar de este emblemático espacio.

El colosal inmueble de Tabacalera dejó de funcionar como fábrica de tabacos el 31 de julio de 2002, poniendo fin a décadas de trabajo de las populares cigarreras, mujeres queridas y respetadas en todo Gijón. Algo más de tres años después, en septiembre de 2005, pasó a ser de propiedad municipal. Desde entonces, se han sucedido numerosos planes para llenarlo de contenido sin que ninguno haya llegado a cuajar. La exalcaldesa Paz Fernández Felgueroso anunció antes de dejar el Ayuntamiento en 2015 que el edificio se convertiría en un Museo de Bellas Artes. Conforme a esta idea comenzaron las obras de rehabilitación en mayo de 2016, con una duración estimada de 15 meses. Poco después, el hallazgo de restos arqueológicos de diferentes épocas, entre ellas la romana, forzó a modificar y encarecer la reforma, que a día de hoy ya suma 5,3 millones de euros.

En paralelo, el gobierno de Carmen Moriyón dio carpetazo al proyecto socialista e inició un largo proceso participativo para decidir los usos del edificio. Tras meses de debates y votaciones, la exregidora de Foro anunció que pretendía hacer un "complejo multiusos", con un museo, un vivero de empresas culturales, la sede del Festival de Cine y un centro vecinal. Casi al mismo tiempo, surgió una plataforma ciudadana que pidió "habilitar un lugar de dinamización cultural y económica" gestionado a modo de cooperativa. Ninguna de las propuestas llegó a buen puerto y la propia Moriyón indicó que sería la actual Corporación la encargada de fijar el futuro del inmueble. Un futuro que ya no puede esperar más. Acabar las obras y darle vida a Tabacalera es una necesidad irrenunciable para Gijón.