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"Lo que el viento se llevó"

El veto a una película como muestra de un ataque a las libertades democráticas

¿Cómo podíamos haber sabido que "Lo que el viento se llevó", aquella película que nuestras abuelas contemplaban arrobadas y que nos parecía tan larga como rancia, era un poderoso instrumento de adoctrinamiento que merece ser prohibido y no una historia romántica de héroes y princesas sureñas? Nos creíamos trasgresores porque veíamos cine francés y películas en versión original, y no éramos capaces de darnos cuenta de que nos inculcaban odio racial, como ahora nos señalan los buenos "progresistas" americanos, y de que aceptábamos sin rechistar estereotipos sociales, como nos advierte nuestro Ministerio de Igualdad.

La corrección política para no ofender a grupos desfavorecidos o minorías ha quedado desfasada. En realidad, parecemos estar en la teoría del eterno retorno, repitiendo hechos que ya se produjeron en el pasado, aunque los que ahora los auspician son los que entonces parecían aborrecerlos. Encontramos en internet listas de libros, películas, cuadros, discos y cualquier otra cosa, y les hacemos caso o no según nos parece, pero los grupos dispuestos a asaltar el cielo y hacerse con el poder político tienen las ideas claras y sus propias listas de lo que es bueno o malo, útil o inútil, adecuado o no, y van a pretender que las sigamos obligatoriamente, por nuestro propio bien, claro.

La situación no es nueva. En la Alemania nacionalsocialista, Hitler, que dibujaba postales y había sido rechazado por la Escuela de Arte de Viena, decidía qué pinturas eran buenas o malas para exponerse en los museos alemanes, mientras el poderoso aparato de propaganda del régimen determinaba las películas y libros a prohibir. No le iban a la zaga los bolcheviques, y sería divertido comprobar qué libros y películas eran considerados perniciosos simultáneamente por ambos regímenes totalitarios.

Hay un concepto en economía denominado polilogismo, que consiste en considerar que la pertenencia a determinados grupos sociales, étnicos o ideológicos es decisiva para considerar válida o no la opinión de cualquiera. Por ejemplo, si un ciudadano manifiesta una opinión y ostenta, pongamos por caso, un título nobiliario, no es necesario tomarse la molestia de elaborar un argumento contrario a dicha opinión, sus opiniones, para determinados grupos, son consideradas no válidas por definición. ¿Les suena? Lo bueno del polilogismo es que es igualitario, afecta por igual a los totalitarios de izquierda o derecha: se parte de la base de que hay distintas maneras de pensar, de que esas maneras son inconciliables y el diálogo superfluo y, por tanto, queda justificada la imposición de criterios, normas e ideas: las del grupo que sale triunfante.

La única manera de anteponer la libertad a la servidumbre es que los ciudadanos se den cuenta de que no les interesa un régimen autocrático que pretenda no solo dirigir el país y sus políticas sino dictarles sus ideas y opiniones. Pero para ello se exigen dos condiciones esenciales: la primera es que por muy diferentes que sean las opiniones debe existir la idea de que es posible conciliarlas, y ello requiere de objetivos esenciales comunes sin el sometimiento a grupos de presión sociales o políticos con intereses distintos a los del conjunto de la nación; la segunda es que exista libertad económica, porque la falta de esta es la antesala de la falta de libertad política.

Dani Rodrik, reciente premio "Princesa de Asturias" de Ciencias Sociales, considera que entre los diversos sistemas políticos existentes -algunos incluso formalmente democráticos, pero autoritarios- el más idóneo para lograr equidad, pleno empleo y justicia social es el sistema democrático liberal, el cual según Rodrik, debe reunir tres condiciones: la primera, protección a la propiedad privada de particulares y empresas, sin riesgo de expropiaciones por el Estado, lo que reduciría las inversiones por falta de seguridad jurídica; la segunda, derechos políticos asentados en la idea de que los gobiernos desarrollarán sus políticas con la amplitud que deseen, pero dentro de las marcos legales existentes, y la tercera derechos civiles que permitan el acceso en condiciones de equidad a los principales servicios públicos, especialmente salud, educación y justicia.

Las tres condiciones citadas por Rodrik deben darse simultáneamente, siendo la principal amenaza para las mismas la extensión de los populismos y los intentos de restringir la libertad individual con el control de las opiniones y las elecciones individuales. Afortunadamente, los ciudadanos no son tan sumisos como algunos quisieran: "Lo que el Viento se llevó" es, en estos días, la película más vendida en todo el mundo.

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