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Millas

EL TRASLUZ

Juan José Millás

Eviscerar e inviscerar

Poco antes del confinamiento me compré una maleta que no me dio tiempo a estrenar. La adquirí pesando en viajes que tampoco he realizado, pero que estaban previstos en mi agenda. Observo ahora esa agenda incumplida y me parece que cuenta la vida de otro. En el momento de escribir estas líneas, por ejemplo, estaría regresando de Tokio, donde el equipo de radio de "A vivir que son dos días", de la SER, tendríamos que haber ido para hace un programa desde aquella ciudad. Se suspendió, claro, pero siento que fantasmalmente lo hicimos. En mi imaginación, me he visto comiendo con todo el equipo en un restaurante de aquella ciudad. He escuchado los comentarios de los guionistas (y de las guionistas, que el genérico no alcanza), sus risas y sus chanzas. He observado el ambiente, he preparado los jugos digestivos para el sushi que estaban a punto de servirnos? No se viaja a Tokio todos los días, ni todos los años, de ahí que ese proyecto hubiera ocupado mucho tiempo en mis estados de ensueño.

En cierto modo, acabo de volver de allí y ya he deshecho la maleta que aún no he estrenado.

Cuando deshago la maleta, al sacar la ropa interior, siempre me viene a la memoria la palabra eviscerar, que me gusta mucho, aunque no sabría decir por qué. Eviscerar un pez: sacarle las tripas. A veces compro el pescado sin eviscerar porque disfruto haciéndolo. Hay en ese acto algo de carácter simbólico que no termino de comprender racionalmente, pero que sentimentalmente me colma.

-Me gusta eviscerar el pescado -le dije un día a mi psicoanalista.

Le dimos unas vueltas al asunto y deduje que, según mi fantasía, en las entrañas de los cuerpos anida su sentido. Busco desde siempre, aunque sin hallarlo, ese sentido.

Las entrañas de mi agenda de papel aparecen repletas de compromisos que he incumplido realmente debido a la pandemia, pero que he llevado a cabo fantásticamente debido a mi imaginación. Ahora bien, si identifico el hecho de deshacer la maleta con eviscerar un cuerpo, hacerla debería equivaler a inviscerar, un verbo que no existía hasta este momento. Mi maleta, pues, permanece virgen, vacía, sin inviscerar. Espero que por poco tiempo.

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